Don Pedro es como un nuevo Enrique IV, impotente en tiempos de crisis, impotente para crear una idea, una sugerencia al menos que ayude a afrontar la desaceleración, más bien tirando a profunda, que ya tenemos encima.
Vamos a ver si nos entendemos: para ajustarse es decir, para que no se venda una sola vivienda pido, no necesitamos se lo aseguro, la menor ayuda externa de don Pedro: la crisis ya se la monta ella solita, y con encomiable eficiencia.
Por otra parte, la crisis inmobiliaria no consiste en la famosa burbuja. Burbujas son las financieras. El ajuste necesario en el sector no significa que no se construya sino que bajen los precios de lo construido y de lo por construir. Se cierran empresas porque no se venden pisos, y no se venden pisos porque son muy caros. Y a pesar de que se queda en la calle una mano de obra de difícil reciclaje, y a pesar de que no venden, existe una resistencia feroz a bajar los precios.
Por tanto, ¡Oh don Pedro el impotente!, sí que se precisaría una aportación artificial -toda la política económica es un artificio en un mercado libre-, consistente en tirar de superávit público en dos direcciones: infraestructuras y vivienda de protección oficial. Porque demanda de vivienda sí que hay; lo que falta es capacidad para comprarla.
El otro esquema es el liberal: en tiempos de crisis reducir impuestos y reducir prestaciones públicas. Uno y otro pueden ser discutibles, pero son. Lo que no precisa discusión alguna es la inacción, la atonía, la política económica licuada de no hacer nada. Porque, para eso, a lo mejor podemos suprimir el salario del señor Solbes.
Eulogio López
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