- Las compañías eléctricas tienen suelo, y la filial española de E.ON no es una excepción.
- Los fondos siempre hacen lo mismo: compran la empresa, la trocean, venden los trozos y se marchan a otra parte… con las alforjas llenas.
- CVC también puja por los activos de la antigua Electra de Viesgo.
- Pero el fondo que dirige Javier de Jaime es más listo: trocea, vende pero se queda.
- Por cierto, ya no se habla de 3.000 millones de euros. Los alemanes han bajado la cabeza y aceptan ofertas de 2.000-2.500 millones.
Ni Villar Mir, ni Gas Natural Fenosa ni, por supuesto Endesa -que hizo la oferta para lavar su imagen tras su vaciamiento por los italianos-. Al final, son dos fondos los que están pujando por E.ON España, la filial del gigante energético alemán.
Estamos hablando de Macquarie y de CVC. El asunto no deja de tener su interés, por varios motivos. Para empezar, Macquarie es un fondo australiano -sí, de Australia- especializado en infraestructuras. Y me dirán, ¿qué pinta este fondo pujando por los activos de la antigua Electra de Viesgo Más de lo que parece.
Resumiendo: las compañías eléctricas necesitan -y poseen- mucho suelo, donde, entre otras cosas, construyen sus estaciones y subestaciones. Vamos, que al presidente de Macquarie, Kevin McCann (en la imagen) -de los MacCann de toda la vida- no le interesa tanto el negocio eléctrico en España como lo que pueda sacar de los activos de la compañía.
En otras palabras, los fondos siempre hacen lo mismo: compran la empresa, la trocean, venden los trozos al mejor postor y se marchan a otra parte. Por supuesto, lo único que les importa es irse con las alforjas llenas de billetes. El negocio que dejan atrás -trabajadores incluidos- no les importa nada.
Pero Macquarie no está solo en la puja. CVC también quiere hacerse con E.ON España. El fondo británico que dirige Javier de Jaime actúa como cualquier otro fondo, pero con una salvedad: después de trocear y vender, no se marcha. Se queda, al menos un tiempo, para ver si puede exprimir aún más a la empresa.
Un ejemplo: lo que hizo en Abertis. Entró en la compañía, segregó el negocio de aparcamientos en una nueva sociedad -Saba Aparcamientos- para luego venderla al mejor postor. Pero no se ha ido. Ahí sigue, esperando la ocasión para un nuevo pelotazo. Otro ejemplo, lo que hicieron en Cortefiel.
Por cierto, ya no se habla de 3.000 millones de euros. Ahora, las cifras que se manejan rondan los 2.000 ó 2.500 millones. A los alemanes no les ha quedado más remedio que agachar la cabeza y reducir sus pretensiones. Mandan los fondos.
Pablo Ferrer
pablo@hispanidad.com