El ébola 'visita' de nuevo suelo patrio, lo que traerá consigo que volvamos a hablar de algo que habíamos olvidado. Somos así de inconsistentes: el debate se enciende cuando un 'virus', el que sea, nos toca de cerca -y no digo nada si hay una nota discordante o un error de protocolo-, y pasa a mejor vida en caso contrario, aunque sean millones los afectados. La cooperante navarra de Médicos sin Fronteras que se pinchó con una aguja, que había pinchado a un contagiado por con la enfermedad, ya ha sido repatriada desde Mali.
Si la cooperante da negativo, no pasará nada porque España -generosa ella según qué circunstancias- se apuntará un tanto sobre el excelente equipo que tiene en el Hospital Carlos III de Madrid.
Ahora bien, como dé positivo, se volverá a cuestionar si es mejor la repatriación -como en el caso de los dos religiosos que murieron en España- o desplazar a los profesionales la 'zona cero' del virus.
Las dos opciones son defendibles con poderosos argumentos a favor o en contra. Pero lo que no tiene ningún sentido -por inútil y pendenciero- es plantear las posibilidades en función del provecho político, ese oportunismo envidioso más atento a la navaja y a la tajada, siempre coyuntura.
Lo más importante: ojalá que la cooperante no esté contagiada, y si lo está, que se recupere como Teresa Romero. Sabemos, en cualquier caso, mucho más de la enfermedad, aunque nos olvidemos fácilmente de la tragedia que la acompaña.
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