Dos años llevaba Siemens, la multinacional alemana de bienes de equipo la mayor de Europa- intentando que su máximo responsable en España, Eduardo Montes, se fuera a la central de Munich. Un ascenso sí, pero que Montes no deseaba en modo alguno. En España se vive mejor, hay más luz, menos frío y una calidad de vida que los alemanes ansían, aunque tan sólo sea en vacaciones.
Sin embargo, en la mismísima mañana del miércoles el Consejo de Vigilancia de Siemens le doblaba el pulso a Munich nombrándole director de la División Mundial de Telecomunicaciones. Tan precipitada ha sido la cosa que ni tan siquiera se le ha nombrado sustituto en España.
Y el puesto es importante, porque las relaciones hispano-alemanas atraviesan por su peor momento no sólo por la OPA de E.ON: hace seis meses que sigue vacante el puesto de embajador alemán en Madrid. Y eso que España siempre ha tratado con mimo a Siemens, a quien ha convertido en uno de los principales proveedores de bienes de equipo en Telecomunicaciones y Sanidad, en prejuicio de sus competidores norteamericanos.
La única pega. Montes se hace cargo de la División de Telecomunicaciones (una de las tres grandes divisiones de Siemens) cuado la compañía quiere abandonar su negocio de fabricación de móviles y se lo ha traspasado a los chinos de BenQ, gente capaz de fabricar terminales con sueldos que supone la vigésima parte del salario medio alemán.