También, otros críos son el muñeco de sus condiscípulos que los tratan con crueldad. Los efectos resultan demoledores. El acoso escolar, según el estudio Cisneros, apunta a una proporción que se alza en el 24%. La comunidad docente admite este horripilante estigma, según diversas investigaciones.
"Cualquier cifra es elevada. Da igual que sean mil o cien, mientras exista un niño que lo sufre es suficiente", dice Ferran Barrí, presidente de la asociación SOS Bullying. "No debemos confundir una pelea entre alumnos con el acoso sistemático y duradero". El maltrato escolar supone lesionar, física o psicológicamente, a un niño de forma incesante en el tiempo. Desde carcajearse y hostigarle, hasta atizarle collejas y puntapiés, maltratarle o aguijonearle. La sutileza del perseguidor, cuando desea hacer extorsión, es inmensa. El asedio escolar se da más entre los adolescentes, aunque también se produce en edades más tempranas, entre los 8 a 15 años.
Las secuelas sobre los torturados resultan letales. El trasnoche, espasmos y vómitos en el desayuno. El síndrome del domingo es terrible: se sienten amargados, se exasperan fácilmente y se acongojan al pensar que tienen que reanudar las clases. El ciberacoso, que emplean las nuevas tecnologías es enormemente nocivo, denigrante y punzante. Es un permanente maltrato por medio de mensajes, o imágenes, que se cuelgan en las redes sociales. No hay sitio alguno donde el niño se pueda refugiar. A los perjudicados les cuesta contar estas trágicas torturas. Quedan intimados, constreñidos, aplastados psicológica y socialmente.
Por todo lo expuesto a los padres se les aconseja que tengan una cierta comunicación con sus hijos y rodearles de afecto, para que puedan contar sus sufrimientos.
Clemente Ferrerclementeferrer3@gmail.com