- Europa esquilma a los depositantes para salvar el sistema.
- Una vez más, los ahorradores pagan el sobreendeudamiento del Estado, es decir, de la clase política y el apalancamiento de los bancos.
- Ya saben, familias y empresas sí pueden quebrar, pero el Estado -los Estados- y la banca- los bancos- jamás.
- Tras la quita aprobada de la deuda griega, la banca chipriota estaba quebrada, a pesar de que determinados artilugios contables, como el de la cartera de inversión a vencimiento, permitiera no reflejar las minusvalías en dicha deuda. Era cosa de tiempo y el tiempo ha llegado.
- Lo relevante -lo que no se hecho- es que hasta que los accionistas y otros acreedores diferentes de los depositantes no hayan perdido toda su inversión, no debe exigirse un solo euro a los depositantes.
- La excusa rusa no sirve: ¿Chipre blanqueaba dinero Pues que se le hubiera obligado a no hacerlo... sin meter la mano en el bolsillo de los depositantes.
¡Qué bien nos viene Chipre para olvidarnos de nuestras miserias! Mientras discutimos acerca de las quitas chipriotas, nos olvidamos de las nuestras: el canje que se está haciendo a los tenedores de preferentes y subordinadas de las entidades nacionalizadas, por parte del FROB.
Al final, en Chipre se salva a los depositantes por los importes depositados hasta 100.000 euros. Por el resto, habrán de asumir pérdidas. El mecanismo es relativamente sencillo de entender: se escinde el mayor banco del país, Lauki, el que ha generado el problema, en dos instituciones. A la primera, se traspasan los depósitos hasta el límite del importe garantizado y activos suficientes para hacer frente a dichos depósitos. A la segunda, se traspasan los depósitos por la parte no garantizada y el resto de los activos del banco para su liquidación que, como no serán suficientes, obligarán a hacer las consiguientes quitas.
Se habla poco de algunas cosas, porque no interesa. El problema es de un banco que ha resultado ser sistémico para Chipre. Y ha resultado ser sistémico porque es muy grande. De hecho, la quita que se pretende en otros bancos chipriotas es muy inferior a la que se obliga a esta entidad.
La quita no es sino una conversión de los depósitos en acciones para elevar la ratio de solvencia hasta el 9% que exigen los Acuerdos de Basilea. Acuerdos que han permitido que la compra de deuda griega por parte de los bancos chipriotas no tuviera límite, porque era un deudor soberano en su moneda local y ya se sabe que los Estados no pueden quebrar. Y es que dichos acuerdos están para lo que están: asegurar la financiación de los déficit públicos y las necesidades de las grandes compañías, porque los Estados y los grandes emisores son los únicos que gozan de una calificación crediticia que asegura su solvencia hasta el mismo día de la quiebra, como ustedes saben. Y mientras estén bien calificados se permite a los bancos un gran apalancamiento (la base del negocio bancario) para financiar estos créditos, a diferencia del pequeño empresario o las familias. Tras la quita aprobada de la deuda griega, la banca chipriota estaba quebrada, a pesar de que determinados artilugios contables, como el de la cartera de inversión a vencimiento, permitiera no reflejar las minusvalías en dicha deuda. Era cosa de tiempo y el tiempo ha llegado.
Se habla poco, porque no interesa, de la quita a los tenedores de títulos y otros créditos. Parece que la va a haber, pero eso no es lo relevante. Lo relevante –lo que no se hecho- es que hasta que los accionistas y otros acreedores diferentes de los depositantes no hayan perdido toda su inversión, no debe exigirse un solo euro a los depositantes. Si el compromiso estatal era de 100.000 euros por depósito, sólo se deberá exigir a los depositantes tras agotar también este mecanismo: los primeros 100.000 euros son intocables. Algunos gobernantes deben estar arrepintiéndose de haber elevado al comienzo de la crisis los importes asegurados a los depositantes como modo de transmitir confianza. La elevación sólo ha servido para lo que sirven estas cosas: que todo el mundo opere como si no pasara nada, aunque pasara, porque al final lo íbamos a pagar entre todos.
Y por último: los rusos. ¡Qué bueno es que exista siempre algún maldito para justificar nuestro delito! Si Chipre blanqueaba capitales que se le hubiera forzado a aplicar la regulación que se aplica en el resto de la Unión. Todo menos lo de siempre, ahora que estamos en Semana Santa, que paguen justos por pecadores.
Rubén Manso
ruben@hispanidad.com