No, lo que afirmó el ministro de Interior, José Antonio Alonso, acerca del Partido Popular y el 11-M fue algo más que la mera "improvisación" con la que define sus manifestaciones la gente de Prisa. Lo que el ex compañero de colegio de Zapatero, hoy al frente de las fuerzas de seguridad del Estado, quería decir era que el Partido Popular fue advertido de que se preparaba el 11-M y no hizo nada por evitarlo. Por eso, Acebes tiene razones para calificarle de miserable.

 

Lo que Alonso pretendía era crear la misma polémica provocada en Estados Unidos por los demócratas de John Kerry, quienes acusaban al Gobierno Bush de despreciar los informes secretos previos al 11-S. Lo cierto es que todo presidente del Gobierno o responsable de seguridad recibe decenas de informes que advierten sobre todos los peligros inimaginables.

 

En cualquier caso, Alonso, un personaje desabrido está dispuesto a jugar con Zapatero el mismo papel que jugara Alfonso Guerra con Felipe González: policía bueno, policía malo. Y ha puesto en el dedo en la llaga, porque todo el empeño del Zapatismo consiste en negar la evidencia: que el PSOE llegó a La Moncloa gracias al 11-M, gracias, digámoslo de una vez, a 192 asesinados. 

 

Eso sí, al igual que el Guerrismo, el Alonsismo plantea el combate con astucia: el ministro del Interior ha lanzado su puya cuando, nada más aterrizar en su puesto, se ha enterado de que el bárbaro atentado del 11 de marzo ha provocado muchas fisuras entre distintos cuerpos policiales y de inteligencia. Incluso, hay divisiones dentro del Cuerpo Superior de Policía. Divisiones, que, justo es admitirlo, hasta ahora no han provocado parones en la investigación.