Sr. Director:
La naturaleza tiene sus leyes, como las matemáticas. La naturaleza humana, también. La ley del amor es querer la felicidad del otro antes que la de uno mismo. La ley del amor es la entrega de la propia felicidad a la felicidad del otro; de la propia vida a la vida del otro. El amor es donación, es entrega, hasta de la propia voluntad. Es querer lo que quiere el otro; es la unidad, es la felicidad. Y el amor sexual es la expresión carnal de esa mutua entrega.
Ahora bien, ¿qué pasa cuando se construye un dique sin compuertas? ¿Qué pasa cuando se nada contra corriente? ¿Qué pasa cuando se quiere separar lo que Dios ha unido, lo que el Amor ha unido? Es inevitable, la guerra: interna o externa, o ambas. Interna en forma de depresión, desesperación, autolesión, suicidio. Externa en forma de malos tratos, físicos o psíquicos, o ambos. El resultado de violar la Ley del Amor es la guerra, el dolor, el sufrimiento para todos los implicados.
La naturaleza es tan coherente que hasta los átomos expresan la ley de la unidad. Cuando dos partículas de un sistema binario que han estado unidas en una órbita son separadas a distancias astronómicas dentro de los aceleradores de partículas cuánticas, siguen reaccionando al mismo tiempo al mismo estímulo. Este es el gran descubrimiento que consagró la Física Cuántica: la Paradoja EPR de Einstein y el Teorema de Bell: que lo que una vez ha estado unido no se puede separar jamás.
Así pues, si todo lo que existe está formado por átomos, y si las partículas subatómicas se comportan así, ¿cómo podemos los hombres pretender zafarnos de tal Ley? Sólo al precio de la auto-destrucción, material o espiritual, externa o interna. Esa es la destrucción que se expresa en forma de 'malos tratos': la guerra interior, que se desata cuando se frustra el proceso natural de los sentimientos. Y el proceso natural del amor sexual es la entrega mutua en la fidelidad para toda la vida. Así es como está programado el ser humano para que pueda crecer y desarrollarse como persona humana y social, de la misma forma que un lavaplatos está programado para lavar platos, y no se puede usar para jugar al fútbol por mucho que apetezca. No funciona. Y el amor sin fidelidad tampoco funciona. Y ¡explota! Como una bomba, destruyendo todo a su paso. Y cuando no estalla hacia fuera, estalla hacia dentro, destruyendo a la víctima por la depresión, la somatización , etc.
La única manera de acabar con los malos tratos es volver a la armonía con la Ley Natural: un hombre con una mujer y para siempre. Porque el Amor es eterno.
Pilar Gutiérrez
PILAR.GV@terra.es