El año del diluvio, basada en la novela homónima de Eduardo Mendoza, transcurre en Cataluña en una época rica en acontecimientos: los primeros años de la década de los años 50. En ese escenario, Sor Consuelo (Fanny Ardant), la nueva superiora de una orden de religiosas dedicadas a la caridad, decide sacar adelante el proyecto de transformar un viejo hospital de pueblo en un moderno asilo de ancianos.

 

Con el objetivo de buscar financiación para esta obra, la religiosa visita a uno de los terratenientes de la zona, Augusto Aixelá (Darío Grandinetti). Los continuos encuentros de ambos personajes provocarán una tormentosa relación. Al fondo de esta historia, las persecuciones a los maquis que habitan en la zona.

 

El director Jaime Chávarri, con una interesante carrera profesional a sus espaldas, acomete  El año del diluvio siguiendo con fidelidad el texto literario. Sabe retratar la época histórica y el sabor del mal que preside los actos de Aixelá. Pero donde ha naufragado  estrepitosamente es en la elección de Fanny Ardant (doblada al castellano por la actriz Mercedes Sampietro). La actriz francesa resulta demasiado madura para encarnar a la religiosa y, lo que es más grave,  no tiene mucho sentido todo su personaje que peca fundamentalmente, y esto está claro que no lo entienden ni Mendoza ni Chávarri, de soberbia.

 

El joven Eloy Azorín,  caracterizado de chico retrasado, hace una interpretación muy meritoria.