Bajo el título "Política Puritana", el diario El País se rasga las vestiduras ante la nueva 'cruzada' de los 'ultras' norteamericanos: primero con la teta de Janet Jackson, un montaje preparado para escandalizar a una sociedad que no se escandaliza por nada (simplemente se amodorra), y luego con la acusación a John Kerry de una aventura extramatrimonial.
Eso le gusta a El País. El culpable es el conservadurismo de George Bush, mala gente George, el peor de todos los texanos.
Por eso, toda la batería de tópicos han salido a relucir. Por ejemplo, sorprendente la asimilación, muy progre, eso sí, de cruzados y puritanos. Pero hombre, Janli, viejo zorro, si la sociedad medieval, la que lanzó las cruzadas, era lo más apuesto al puritanismo. Podía ser una sociedad cruel (yo creo que no, pero alguna concesión habrá que hacer a la modernidad tontorrona), pero ¿puritana?, jamás.
En cualquier caso, el asunto acaba allá donde era previsible: en el sofisma. Dice El País: "No se puede considerar inmoral mentir sobre una relación que atañe a la vida privada de un político, mientras se considera aceptable mentir con el propósito último de desencadenar una guerra como la de Iraq". Pues no, hombre, pues no. Mal están ambas cosas: una guerra injusta es inmoral, mentir para empezar esa guerra es otra inmoralidad, la infidelidad conyugal es una inmoralidad (y una gran mentira, porque es un incumplimiento del voto realizado), y mentir sobre la infidelidad es otra inmoralidad, en tanto que mentira. Además, respecto a la infidelidad, una cosa es que no sea delito y otra que no sea inmoral.
Si el adulterio debe ser definitivo para arramblar con las posibilidades políticas de un candidato a la Presidencia, no lo sé. Eso sí es opinable.
Pero supongo que ahí está la clave. Y es que lo que más teme el progre es la unidad de la verdad. El pobre Polanco, o sea, la sociedad actual, vive en un permanente pensamiento dual. Así que el propio editorial denuncia esta curiosa manera de pensar (o de no pensar) propia de nuestra progresía. Dice El País: "Ross Perot (el millonario candidato a la Presidencia de Estados Unidos) acuñó en la campaña de 1992 el principio de que 'el que engaña a su mujer puede negar a su empresa' o al país". ¿Y saben una cosa? Perot, por otro lado un ultracapitalista bastante inmoral, tenía más razón que un santo en este punto. Los norteamericanos también dicen que sus denuncias de escándalos sexuales no tienen nada que ver con el puritanismo. Simplemente siguen el viejo aforismo: "A quien no sabe controlar su bragueta no se le puede dar el botón nuclear". Los distingos del país según el tipo de mentiras (más admisible el adulterio que las armas de destrucción masiva de Sadam) no deja de ser un sofisma propio de leguleyos.
Eulogio López