El Museo de la Ciencia (CosmoCaixa) que patrocina La Caixa, ubicado en la localidad madrileña de Alcobendas, tiene todos mis parabienes. Un Museo totalmente interactivo, donde, mientras juegan, los chavales (y los adultos) pueden entender cuestiones como el movimiento, la luz, la relación entre matemáticas y naturaleza, rudimentos de astronomía, etc.
Pero el mejor escribano echa un borrón, y en este caso, el Museo de la Ciencia insiste, a través de una de sus proyecciones-estrella, en la teoría del Big Bang o Gran Explosión como explicación de la creación del universo.
Allí se cuenta a los chicos (y a lo adultos) que el universo nació con el Big Bang "como nacen los seres humanos". Como si se tratara de una ley científica, y no de una teoría de imposible demostración, el guionista nos explica que el universo comenzó en un punto, con una carga positiva y otra negativa, la consiguiente concentración de materia y el posterior estallido.
Así que, como todos los museos, libros, proyecciones y colegios se empeñan en predicar la misma tontuna, habrá que insistir en que el Big Bang no tiene validez científica alguna y que tan sesudos guionistas sólo pretenden una cosa: suprimir el nombre de Dios de cualquier explicación sobre la formación del universo.
¿De dónde salieron ese protón y ese electrón? Dicho de otra forma, la pregunta sobre el origen del mundo es la siguiente: ¿Por qué existe algo? El Big Bang es una teoría tramposa, que trata de explica el salto de la nada al ser explicándonos cómo un cosa muy pequeña se convirtió en una cosa muy grande. O, como recordaba el ensayista Louis de Wohl, siempre nos cuentan la película empezando por la mitad.
Luego están algunas preguntas que, naturalmente, la proyección de CosmoCaixa no explica: Si no existía nada, ¿por qué espacio se expandió el Big Bang?
La teoría del Big Bang (teoría, que no ley) es la única explicación que se les ha ocurrido a la progresía para explicar a los niños (y a los adultos) un mundo sin Dios. Es absurda (como explicación de la creación, no como explicación del desarrollo del universo), pero, a costa de repetir la gran mentira, amenaza en convertirse en impronta de muchas mentes.
¡Pobres mentes!
Eulogio López