• Son los dos bancos quebrados o liquidados, donde no se atentó contra la propiedad privada y donde los inversores perdieron lo invertido… como debe ser.

  • España tiene un pequeño problema de Disciplina: la impunidad del culpable frente a la impotencia del justo.

  • Fernando Ferrín: historia de una sociedad enferma o la inversión del derecho.

¿Cómo salimos de la crisis?, me preguntan aquellos que saben que me dedico al periodismo económico. ¡Pobres ingenuos!: no sé qué les hace pensar que yo pueda tener alguna idea al respecto. Últimamente, la pregunta mantiene una variante: ¿Cuándo salimos de la crisis? Hombre, ahí a lo mejor se puede aportar algo. Saldremos de la crisis, que es financiera, cundo dejemos de utilizar la economía real para apoyar a los mercados financieros, que nacieron, mismamente, para apoyar a la economía real.

Por lo general, desde que estallara la crisis, en septiembre de 2007, la reacción de los gobernantes ha constituido en utilizar dinero de todos para salvar a todo tipo de intermediarios financieros. Algo ilógico, injusto y muy, muy peligroso.

Estos días se ha precipitado la historia de las dos entidades donde se hizo lo que se tenía que hacer: Eurobank y Lehman Brothers. Eurobank era un pequeño banco catalán creado por Eduardo Pascual, propietario y gestor, quien utilizó el banco, es decir, el dinero de los demás, para alimentar sus empresas.  

El Gobierno Zapatero tomó aquí una buena decisión: saneó primero y liquidó después. Atención: ningún depositante perdió ni un euro de sus ahorros. Ni tan siquiera hubo que recurrir al Fondo de Garantía de Depósitos (FGD): se utilizó el dinero del propio banco para pagar los recursos ajenos. Entonces, ¿Quién perdió? Perdió quien tenía que perder: los inversores.

Y, de paso, para el principal aprovechado, presunto aprovechado, el señor Pascual, el fiscal pide 25 años de cárcel. Buen aviso para navegantes.

En Estados Unidos, se planteó una quiebra mucho más gorda, la de Lehman Brothers, perteneciente a la esa modalidad perversa de banca que es la banca de inversión. Más que perversa, pervertida, porque cuando los bancos de inversión recibieron ese nombre era justamente por eso: todos ellos eran propiedad de sus inversores, de sus consejeros, que se jugaban su propio dinero y, por tanto, no hacían locuras. Luego se convirtieron en bancos que invertían el dinero de los demás, y fue entonces cuando empezó la batalla por el alma del capitalismo, entre propietarios y gestores. Ganaron los últimos y nos llevaron a los propietarios, y a todos los contribuyentes, a la quiebra.

El caso es que George Bush y Barack Obama decidieron hacer lo correcto: si Lehman estaba quebrado había que dejarlo quebrar. Perderían los inversores –que para eso arriesgan y para eso tienen dinero que perder arriesgando- y, de paso, se pondría coto a la especulación, que eso es lo que hacen los que juegan con el dinero de los demás. A partir de Lehman, los especuladores financieros se asustaron tanto que presionaron a Bush y a Obama, quienes, desde Lehman aquí, ya no permitirían una sola quiebra más: salvaron al Bank of America, al Citigroup, a Merrill Lynch, a Morgan Stanley, a todos los especuladores con dinero de todos los ciudadanos.

Pues bien, Lehman ha salido del capítulo 11 de la Ley de Quiebras de Estados Unidos. Durante casi cuatro años un juez de Manhattan, el señor James Peck, ha dirigido los destinos de Lehman. Y no ha pasado nada, oiga, salvo que muchos especuladores ricos perdieron su dinero y muchos trabajadores-especuladores de Lehman su puesto de trabajo, que no propendía al bien común, precisamente.

Para ser exactos, los inversores perdieron 75 céntimos por cada dólar aportado. No se apuren: ninguno tenía dificultades para llegar a fin de mes. La diferencia con todos los demás es que esos 75 céntimos por dólar, en el resto de los casos de bancos en apuros, es decir, en las entidades salvadas por el dinero público, en todo Occidente ese dinero lo perdieron todos los ciudadanos.

Y en España lo mismo: ojalá hubiera habido más Eurobank y menos cajas del Mediterráneo (CAM).


España tiene un pequeño problema de Disciplina

(Rafita)

Actitud de la Junta con la menor de Baeza,  

Esta es la historia de la tienda de ultramarinos de lado de mi casa: "Este tío me está quitando la vida", me dice sin que yo caiga en a quién puede referirse: "Ahora me pinta los cristales con un rotulador de ácido, y no hay manera de quitarlo. Y lo ha tenido que hacer mientras yo estaba en el interior de la tienda", concluye para expresar que los gamberros del grafiti –españolizado, grafito-.

Lo que dice es lógico. Se trata de una tienda UNIDE, central de compras unitaria que permite al pequeño propietario competir con las grandes superficies con un mínimo de independencia. Nuestro hombre trabaja no menos de 10 horas al día, más sábados y algún domingo, porque tiene varias cadenas de supermercados en las proximidades, con su correspondiente hilera de mal pagados proletarios.

El establecimiento hace esquina en el madrileño barrio de Chamberí. Tiene como ocho cristaleras cubiertas por la noche con persianas metálicas. Naturalmente, las ocho persianas están abarrotadas de artísticos grafitos, es decir, de las imbecilidades propias de estos majaderos del aerosol, tan artísticos que hasta el diccionario de la Real academia, lo define como una "estética peculiar". Y tan peculiar.

En plata: el grafitero no sólo multiplica el trabajo de un pequeño propietario que no puede pagar un servicio de seguridad sino que le humilla: quien está trabajando atendiendo a los clientes no tiene tiempo de estar vigilando y, encima, se burla de él y le pone difícil las pintadas que tendrá que limpiar. Naturalmente, si le denuncia y consigue cogerle con las manos en la masa, se irá de rositas. Es la impunidad del culpable frente a la impotencia del justo. Por cierto, los grafiteros son muy alabados en los medios informativos.

Pero los grafiteros no suponen sino un gota en la marea de indisciplina e irresponsabilidad que cunde en España, y en asuntos más graves. Ejemplo: se multiplican los padres que denuncian a sus hijos adolescentes porque les tienen miedo, así como los profesores que hacen lo propio con sus alumnos.

El caso de la adolescente de Baeza que denunció a su padre por no dejarle salir no es grave: los adolescentes son tan insufribles como estúpidos, es lo suyo. Lo grave es que la Guardia Civil le haga caso y aplique la ley… y detenga al padre. Y aún más grave que la consejera de turno de la Junta de Andalucía, de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que es una fanática del aborto, aprueba la actitud imbécil de la Benemérita.

Ejemplos de indisciplina y de falta de respeto se reproducen todos los días: por ejemplo, entre la juventud marginal se está poniendo de moda el asalto a los cementerios, para dejar claro que no se respeta ni a vivos ni a muertos.

Pero insisto, el problema no está en la adolescencia gamberra, sino en los adultos, los progres del Mayo francés, que ya pintan canas: la raíz del problema no es que eligieran la libertad antes que el orden -eso sería magnífico- sino que reservaron su disciplina, verdaderamente prusiana, para explotar a los jóvenes en el trabajo –la nueva milicia- y para que dieran rienda suelta a su frustración en cualquier otro lugar.

Al final, lo que está ocurriendo es algo tan sencillo como el abandono del cuarto mandamiento. Por si alguien lo había olvidado: honrarás a tu padre y a tu madre. Al parecer, los progres entonaron el prohibido prohibir cuando eran inmaduros y ahora, cuando abuelos, se esconden en sus inversiones financieras.


Fernando Ferrín: historia de una sociedad enferma o la inversión del derecho.

El juez Fernando Ferrín –o ex juez, porque le han quitado los galones- asegura en el libro en que cuenta su historia que "estamos en una sociedad enferma". Lo dice el que ha sufrido persecución por el hecho de comportarse como cristiano, comportamiento que consiste, en el 99% de los casos, en cumplir la ley.

Porque esto es lo 'gracioso' de la historia actual, que repite viejas leyendas. A los cristianos en el Imperio romano les mandaban a las fieras por atentar contra la Seguridad del Estado, cuando lo cierto es que eran adalides del Derecho, los primeros patriotas. No renegaban del derecho romano sino de su perversión: es decir, renegaban de la deificación de un emperador que utilizaba su condición de dios para violentar los derechos individuales y sociales del pueblo.

A Fernando Ferrín le ha ocurrido lo mismo: ha sido perseguido por católico, ciertamente, pero no porque los católicos se opongan a la ley sino porque son los únicos que la cumplen. Las únicas normas que no cumplen los cristianos son aquellas que constituye una alteración del derecho mismo. 

A lo mejor yo no me explico muy bien pero con el método Ferrín, que nos cuenta una historia concreta, la suya, se entiende todo, oiga. Este libro es de lectura necesaria, no para entender el caso de Fernando Ferrín, sino para entender lo que está pasando.

Lo que está ocurriendo no es más que la blasfemia jurídica contra el Espíritu Santo. Sí, recuerden: blasfemar contra el Espíritu, ese pecado que no se perdonará ni en este mundo ni en el otro, consiste en atribuir a Dios las obras del demonio, esto es, cambiar el bien en mal y el mal en bien.

Se lo explicaré con el derecho la vida, el primero de todos: despenalizar el aborto supone una ley injusta porque dejar desarmado al indefenso y no castigar la culpable que, por tanto, volverá a perpetrar el delito.

Ahora bien, convertir el aborto, es decir, el asesinato premeditado, en un derecho, representa el punto de no retorno: es la blasfemia jurídica contra el Espíritu Santo, la perversión misma del derecho, Entonces, la rebelión del cristiano no sólo es delito: es imprescindible.

Y así es como se hacen realidad las palabras de los que masacraron a Ferrín: "Un católico no puede juez de familia". Para ser exactos, no puede ser nada de nada. Sólo cabe el martirio, es la historia de la inversión de valores. No, no me refiero a los invertidos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com