En medio de situaciones convulsas, es muchas veces la libertad religiosa de las minorías la que queda atropellada.
El caso de los cristianos en Tierra Santa es muy evidente. Ellos, como lo ha sido el Papa con su viaje y con la jornada de oración de ayer, son puentes entre orillas, parte integrante de una sociedad con heridas profundas, que desde su propia identidad aportan al bien común y a la construcción de la paz como ciudadanos de pleno derecho, rechazando todo extremismo y esforzándose por ser artífices de reconciliación y de concordia, lástima que muchas veces ni eso tan sencillo y tan profundo les dejan hacer.
Juan García