En su incansable cruzada contra la lengua española, el nacionalismo catalán ha encontrado su próxima víctima en los cines.
Ahora el Gobierno autonómico va a obligar a las salas, bajo amenaza de multas, a emitir cine en catalán aunque la demanda sea muy minoritaria y nada rentable. A la intolerable injerencia en una actividad de carácter privado se une el desastre económico que puede suponer para un sector ya muy afectado por la crisis.
Pero lo peor es que con tantas multas, sanciones e imposiciones los políticos están convirtiendo al catalán en una lengua antipática para una gran parte de la población ya sean padres, empresarios, comerciantes, funcionarios o ciudadanos anónimos.
A la gente le gusta la libertad y no que le impongan una lengua por decreto como está haciendo el Gobierno catalán, algo que recuerda demasiado tiempos pasados.
José Ginés
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