El bluf Obama se ha puesto duro: tras aprobar los planes de Bush para apoyar a los bancos y sector automoción norteamericanos (más justificable lo segundo que lo primero) exige -en nombre de los pobres, estoy seguro- que las empresas beneficiadas reduzcan dividendos.

Al parecer el expertísimo Obama ha olvidado que vivimos en una economía subvencionada y apalancada, de tal forma que si prohibiera ofrecer dividendos -o simplemente los redujera- la acción caería. Como aquí nadie invierte con sus fondos propios sino con deuda, el dinero solicitado se encarecería para dichas empresas y la inversión, es decir, la creación de puestos de trabajo, seguiría a la baja.  

Desengáñense: en un esquema de libre empresa, si una compañía está en quiebra debe quebrar. Cuando los accionistas y ejecutivos se saben imprescindibles, juegan con fuego: total, ellos no serán los que se quemen.

Si quiebra un banco nos quedamos sin ahorros. Sí, pero si le salvamos de la quiebra, tanto ahorradores como los que no tiene para ahorrar, financiamos a ese banco: unos se quedan sin su excedente y los toros sin lo necesario para sobrevivir.

Y es un proceso sin fin: El presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke, exige al nuevo presidente, el mencionado bluf Obama, más dinero para los bancos, pues lo proporcionado no es suficiente. Lógico. No lo será nunca. La especulación provocó la crisis pero, en lugar de castigar al especulador, le financiamos. Pues seguirá especulando.

Y lo mismo ocurre con General Motors. ¿Es bueno que quiebre la General Motors? Por supuesto que no, pero peor es que se mantenga con respiración asistida, utilizando con dinero de todos los contribuyentes y condenando a Occidente a una generación de impuestos altos, todavía más altos, mientras la ineficiencia del subvencionado no mejora.

Primer mal: Especulación. Segundo: subvenciones públicas. Tercero: apalancamiento o endeudamiento excesivo.

A los especuladores les premiamos y las víctimas de su papel -todas- les salvamos la cabeza para que puedan seguir robándonos. Finalmente, bajamos el precio del dinero, para que se mantenga el apalancamiento asfixiante y se pierda la noción del riesgo. Pues qué bien.

2009 será peor que 2008. Seguro.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com