En la Unión Europea sólo existe una política monetaria, la que lleva el Banco Central Europeo de Jean-Claude Trichet, pero la regulación e inspección bancarias siguen siendo monopolio de cada país. Y así, a la hora de decidir cualquier compra o cualquier fusión transfronteriza son las autoridades de cada uno de los 25 países miembros de la Unión Europea quienes deciden. Eso sí, en cada Estado se funciona de una manera distinta. Por ejemplo, en Reino Unido es la Financial Services Authority (FSA), similar a nuestra CNMV, y no el Banco de Inglaterra, la encargada de dar el visto bueno a la compra, también por ejemplo, del Abbey National por el Santander Central Hispano.

El Banco de Italia evitó que el SCH se hiciera con el San Paolo o que el BBVA adquiriera el BNL, mientras el Ministerio de Economía francés decidía que el Crédit Lyonnais no podía caer en manos de una entidad española. Pues bien, según la Ley de Disciplina e Intervención en Entidades de Crédito (1988), si el City quisiera hacerse con alguno de los dos grandes bancos españoles, sería el Banco de España, no el Gobierno, quien tendría que decidir, según criterios lo suficientemente amplios como para que cualquier respuesta, afirmativa o negativa, pudiera resultar motivada. En concreto, se habla (artículo 58) de la idoneidad del comprador (¿se imaginan ustedes un juicio sobre la idoneidad del mayor banco del mundo, el todopoderoso Citigroup?). El Banco de España dispondría de 3 meses para dar una respuesta.

Además, naturalmente, la Comisaría Europea de Libre Competencia, el famoso Mario Monti, debería otorgar, asimismo, el visto bueno.

Por ahora, el nacionalismo bancario reina en Europa. Es más, los intentos de unificar los servicios de inspección en el continente están en mantillas. La Europa generosa que cedió la política monetaria no está dispuesta a ceder el control sobre sus entidades.