Porque la España actual es un país de izquierdas y las elecciones no las gana el PP, las pierde el PSOE.
Y entonces ha echado mano de las esencias del progresismo, que consisten, ante todo, en quemar iglesias. Rubalcaba se ha lanzado a alentar la cristofobia, lo cual no es bueno para los católicos. Primero porque nos sacuden y segundo porque permite al PP seguir en su espléndida tibieza moral, que traducido a la contienda electoral significa esto: "Católico, te voy a fastidiar, ningunear y marginar pero me tienes que votar a mí o llegará el comecuras".
Naturalmente, la estrategia socialista contra la Iglesia católica es antigua y muy simple: la del verdugo que se convierte en víctima. Por eso, Rubalcaba habla de quitarle a la Iglesia sus "privilegios". Naturalmente la Iglesia no tiene privilegio alguno sino todo lo contrario: en educación le ahorra dinero al Gobierno, con el 0,7% del IRPF ha conseguido para sí y para las organizaciones humanitarias que el Estado nos permite decidir el destino de una mínima parte de nuestros impuestos. No debería ser el 0,7% sino mucho más el porcentaje de tributos sobre los que decidiera el ciudadano. ¿Una ley de libertad religiosa? La mejor ley de libertad religiosa es la que no existe, dentro de un esquema constitucional en el que se recoge el derecho a explicar la propia fe sin cortapisas, especialmente la fe mayoritaria.
Rubalcaba no quiere libertad de culto. Lo que quiere es fastidiar a la religión católica -las otras le importan una higa-. Rajoy, en el entretanto, observa, beatífico, y calla.
Eulogio López
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