El riesgo de la España 'rota' ensombrece el riesgo de la España atea. Y hace mal. Porque el "seny" catalán probablemente atempere los excesos verbales de 'Carota-Rovira' demandando una soberanía similar a la de Luxemburgo, o la de Maragall proponiendo una organización territorial basada en veguerías, en lugar de las afrancesadas provincias. Por cierto, ¿por qué no organizar Cataluña por comarcas, que resulta más tradicional? Quizás por eso...
En cambio, el laicismo militante se encuentra desbocado. El nuevo "Conseller de Educació", Josep Bargalló, considera la educación religiosa como "transmisión de una ideología". Naturalmente desde su visión declaradamente agnóstica y laicista. Confunde nuestro "conseller" entre "estado laico", es decir, no confesional; y estado laicista, que es aquel que respeta la libertad religiosa, su expresión pública y su formación. Probablemente, será la falta de formación -también conocida como "transmisión de ideología"- la que le ha llevado a dicha confusión.
El problema es que Bargalló es "conseller" y, por tanto, cabe presumir un ejercicio del gobierno anticlerical y antirreligioso, que, como se sabe, constituye el santo y seña del 'progresismo'. Porque el verdadero progreso consiste en el fomento del máximo desarrollo posible de todos los hombres y de todo el hombre. Y, obviamente, este desarrollo incluye el encuentro de una respuesta adecuada al sentido de la vida, como reconoce la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y la Convención Europea de Derechos Humanos de 2000. Se ruega su respeto más que su tolerancia. "Moltes gracies".