Demetrio Fernández, obispo de Córdoba, insistía en un carta, "se trata de un fracaso, no solo personal, sino colectivo y social.
La mentalidad de nuestra sociedad, con leyes y sin leyes, se va generalizando en dirección abortista y una mujer tiene todo a su favor para eliminar al hijo de sus entrañas y apenas cuenta con ayuda para llevar libremente su embarazo a feliz término.
He aquí una de las más sonoras injusticias de nuestro tiempo. Se invoca la libertad de la madre para tener este hijo y no se tiene en cuenta para nada el niño que acaba de ser engendrado y que tiene derecho a nacer".
En este punto, el obispo destacaba que la Jornada por la Vida "es una llamada a valorar la vida en todas sus fases, desde su concepción hasta su muerte natural, de manera que podamos hacer frente a la cultura de la muerte que se va difundiendo como una marea negra en nuestro tiempo. El sí a la vida es un sí al progreso, porque si no hay nacimientos está en peligro la ecología humana, está en peligro la sociedad y su continuidad armónica, está en peligro el crecimiento de una nación, están en peligro las pensiones".
Y es que la gran esperanza para la humanidad es el nacimiento de nuevos hijos. Cuando éstos son escasos, la esperanza está recortada, el futuro es incierto, la sociedad se muere de tristeza. El cristiano vive de la fe y por eso ama la vida, que se prolonga en la vida eterna gozosamente. Apoyado en la ciencia y por el sentido común de la ley natural, trabaja a favor de la vida y va poniendo los medios para que ningún ser humano sea eliminado forzadamente en el seno materno.
Es más, "si ya en esos primeros momentos de la vida se permite la violencia, qué podemos esperar en otros campos o niveles. La crisis moral y de valores que estamos viviendo encontrará una salida cuando la vida humana sea más valorada y los esposos jóvenes vivan abiertos a la vida y sean apoyados por toda la sociedad", según resaltaba el obispo citado.
Jesús D. Mez Madrid