Leo en Análisis Digital, el Editorial de una revista sobre el crucifijo y que titula El crucifijo no discrimina a nadie, abraza y representa a todos. Mucho se ha escrito sobre el tema; pero a mí esta visión tan certera me atrae poderosamente y me gustaría compartirla:
"... Según esta instancia (Tribunal Europeo de Derechos Humanos ) influyente, pero no vinculante la presencia del crucifijo en las escuelas públicas restringe el derecho de los padres de educar a sus hijos según sus convicciones. La sentencia se ha producido como consecuencia de la denuncia de una madre italiana. Y ha sido el citado Tribunal de la emblemática ciudad francesa de Estrasburgo el que ha emitido su dictamen. Y si ya de por sí una sentencia de estas características produce dolor, tristeza e indignación, más aún si es de un organismo europeo y tiene a Europa como destinataria de la misma.
¿Qué habría sido de Europa, de Italia, de la ciudad de Estrasburgo sin la aportación decisiva en su historia, en su cultura, en su idiosincrasia del cristianismo, cuya señal es la cruz? ¿Cómo es posible que Europa reniegue de su misma identidad? ¿Cómo es posible rechazar el crucifijo en nombre de los derechos humanos cuando el crucifijo representa a una Persona a la que le fueron negados precisamente los principales de los derechos como son los de la defensa y la vida? ¿Cómo es posible que se relegue el signo de quien murió perdonando y amando? ¿Cómo es posible que se ignore que donde estuvo y sigue estando el cristianismo han sido y son posibles la libertad, los derechos, la tolerancia, la pluralidad y el progreso?
El crucifijo es, sí, la señal del cristianismo, es un símbolo religioso. Pero su significación va mucho más allá. El crucifijo es un símbolo universal de acogida, de solidaridad, de amor, de perdón, de reconciliación, de paz. Los caminos de la humanidad muy singularmente de Europa están llenos de cruces. La cruz se ha pintado y se pinta, se ha labrado y se labra en talla con primor, con esplendor y con modestia. Da igual su apariencia porque ningún signo además es más fácil de hacer y de reproducir. La cruz se ha cincelado y se cincela en metales preciosos y en metales humildes. La cruz se ha cantado y se canta, se ha versificado y se versifica con las mejores y más inspiradas músicas y letras. La cruz se lleva junto al pecho y preside los rincones más entrañables del hogar. ¿Por qué relegarla, ocultarla y hasta proscribirla? ¿A quién y por qué molesta el crucifijo?
«El crucifijo no genera ninguna discriminación. Calla. Es la imagen de la revolución cristiana que diseminó por el mundo la idea de la igualdad entre los hombres, hasta entonces ausente». Quien escribió estas palabras, el 22 de marzo de 1988, fue Natalia Ginzburg en las páginas de «L'Unità», el diario fundado por Antonio Gramsci, entonces órgano del Partido comunista italiano. «El crucifijo representa a todos» explicaba Natalia Ginzburg porque «antes de Cristo nadie había dicho jamás que todos los hombres, ricos y pobres, creyentes y no creyentes, judíos y no judíos, negros y blancos, son iguales y hermanos». El crucifijo ha afirmado el secretario de la CEE, monseñor Martínez Camino es «símbolo de dignidad humana, de libertad y de distinción entre la Iglesia y el Estado. Donde no lo hay no hay distinción». «Si los crucifijos desaparecen, desaparece esa conciencia y retrocedemos y perdemos los logros de la cultura occidental».
Por ello, debemos reaccionar. No podemos quedarnos inactivos, indiferentes o aletargados. Ni pueden los intereses de una minoría imponerse a los derechos de los demás. De lo contrario, como ha señalado gráfica y certeramente el cardenal Bertone, «la Europa del tercer milenio solo nos dejará las calabazas de las fiestas repetidamente celebradas [en obvia alusión a Halloween] y nos quitará los símbolos más queridos». ¿Y cómo reaccionar? Con nuestro voto, con nuestra protesta, con nuestra manifestación clara ante la opinión pública de lo que es y significa el crucifijo. Así, por ejemplo, avalan al crucifijo las encuestas realizadas en Italia, según las cuales el 84% de la población se opone al dictamen de Estrasburgo.
Y también podemos reaccionar secundando iniciativas como la ya puesta en marcha en agosto pasado por ECCLESIA Digital que mantiene en emergente red social de facebook una pionera campaña de apoyos a la cruz titulada «Sí al Crucifijo» y que cuenta ya con varios millares de adhesiones».
Keka Lorenzo de Astorga