Cuando se trabaja en equipo, ¿cómo se mide la aportación de cada cual? ¿Cómo se reparten los méritos y la indolencia, los éxitos y los fracasos, las ganancias producidas y las pérdidas ocasionadas? Figúrense si será complejo que, por lo general, a los operadores financieros se les otorga un bonus a fin de año, según el grado de cumplimiento de objetivos... de toda empresa o de toda la división.

Sólo en determinados bancos de inversión norteamericanos se llega al extremo del péndulo : bonus según rendimientos personales. De ahí el enfrentamiento visceral entre compañeros, que presenciamos en las películas de brokers, y las alianzas entre operadores, cuyas sillas y ordenadores se encuentran próximos..., contra todos sus demás compañeros de trabajo : hay que cubrirse las espaldas.

Aún así, a fin de año, los gritos por el bonus se oyen hasta fuera de la provincia, y aún así, la mayoría de las empresas han terminado por nivelar condiciones retributivas, de tal forma que el esfuerzo común se valora de forma común.

Es más, entre los ejecutivos de finanzas se producen pocos cambios hasta marzo. A fin de año, desde luego, ninguno. El asunto es que para un broker sin especiales responsabilidades, el bonus puede representar un 40% del total de sus retribuciones. Si se ficha por la competencia en diciembre, perderá del todo el incentivo, pero si lo hace en enero, probablemente también, dado que los bonus suelen cobrarse en la nómina de febrero, más bien en los primeros días de marzo. Conclusión: la gente se marcha a partir de esos momentos (los famosos idus de marzo).

Digo esto para dejar bien claro que medir la productividad de cada cual no es tarea sencilla. Y que cuando nuestros sesudos empresarios y nuestros aún más sesudos analistas recuerdan que hay que acabar con la indexación (horrible palabro), o ligazón del aumento de salarios al aumento de la inflación, y sustituirla por salarios según productividad, están diciendo algo en teoría muy bonito, pero tremendamente difícil de vender. Por ejemplo, los salarios del presidente, del CEO y de la alta dirección de una gran empresa no suelen cambiar según el beneficio obtenido o la cotización de la empresa. Varía el patrimonio de los propietarios, pero no el sueldo del presidente. De cualquier corma, bienvenido sea el cálculo de salarios según productividad pero, eso sí, para todos y según la forma de medir la productividad, que, como todo vocablo mágico, enarbolado como un conjuro, se presta a peligrosas interpretaciones.

Porque en España seguimos con la polémica sobre el salario mínimo. Las fuerzas vivas, la prensa económica, la prensa de información general, los departamentos de análisis financieros han aprovechado para recordarnos que la demagogia es la madre de todos los vicios. Por lo general, los ricos y poderosos, en cuanto se ven rodeados por una demanda justa, acuden a la demagogia e ignorancia manifiesta de la turbamulta, y apelan, como un solo hombre, como una única cuenta corriente, a la sensatez. Así, todas las fuerzas vivas, ilustrados y enterados han cerrado filas con el vicepresidente económico, Pedro Solbes, el sensato del Gabinete Zapatero, el hombre bueno, es decir, el defensor de los ricos, empeñado en no indexar (de nuevo, perdón por el palabro) la subida del salario mínimo a la evolución de la inflación. Insisto : estamos hablando de un salario mínimo en España que apenas supera los 500 euros brutos al mes, porque los sesudos analistas siempre esconden las cifras absolutas para centrarse en los porcentajes e incrementos.

Por ejemplo, he leído a uno de los periodistas económicos más famosos de España algo parecido a esto : Lo que dijo (Solbes) sobre las consecuencias de la indiciación (perdón por el palabro sinónimo del anterior palabro) del salario mínimo es el Catón que aprende cualquier estudiante de economía que va a clase. Eso es lo que me temo : que son este tipo de barbaridades las que se enseñan en las facultades de Económicas o Administración de Empresas.

Otros defensores de Solbes han ido más allá. Leído en uno de los más prestigiosos diarios españoles: El ministro de Trabajo se compromete con los sindicatos a aplicar por ley una cláusula de revisión para el salario mínimo que garantice, al igual que ocurre con las pensiones, que los trabajadores que cobran estos sueldos no pierdan poder adquisitivo. Solbes (¡Qué astuto!) se da cuenta de que es una aberración iniciar de esta manera la economía, no ya sólo por lo que la medida supone en sí misma, ya que no afecta a muchos trabajadores, sino por el ejemplo que se está dando para la negociación colectiva del resto de los empleados.

¿Se dan cuenta? Un mal ejemplo, diabólico, eso de aumentar los sueldos, especialmente los salarios de mera subsistencia, los cuales, infectados del mal endémico de la indexación, podría suponer que un empleado cobrara 20 euros más al mes, y se diera así al vicio y a la molicie: pulpo y mujeres hasta que se acabe el euro, que estoy indiciado.

Y ya puesto, y ahora que hablamos de pensiones: ¿Por qué no suprimir la indexación para los pensionistas, no vaya a ser que den mal ejemplo al resto de la economía? Quizás porque los españoles afectados por el salario mínimo o simplemente por salarios de subsistencia pueden oscilar entre 1 y 1,5 millones, mientras que los jubilados pasan de los 8 millones y mantienen una curiosa y casi automática relación entre la evolución de su pensión y la evolución de su voto. Pero los jóvenes del salario mínimo y el empleo precario, que son lo que sufren la ortodoxa política de los sesudos analistas, apenas están organizados, y toda su obsesión es mantener su empleo para poder independizarse de sus padres. Así que, se les puede seguir fastidiando.

Esto me recuerda lo que me decía (en privado, claro, en público jamás lo reconocería) un alto ejecutivo bancario, quien resumía así el diálogo social existente en España: A Cuevas (secretario general de la CEOE) le hemos dicho que puede llegar hasta donde le dejen. El límite está en gasear a los obreros: eso no podemos permitirlo. Era una broma sí, pero de muy mal gusto, y con el riesgo inherente de que alguien se lo tome en serio.

Pero la abstrusa ciencia económica da para mucho más. Por ejemplo, para la igualdad entre hombre y mujer. Sí, en un diario electrónico, de cuyo nombre no quiero acordarme, he podido leer a un personaje, no menos liberal que el ministro de Economía socialista, don Pedro Solbes como creo haber dicho antes, convertido en defensor del panadero que expulsó a una mujer por quedarse embarazada. El articulista lo tiene clarísimo. Lean, lean: La empleada ha tomado una decisión que no sólo le afecta a ella, sino también a los demás, pero gracias a los sindicatos, ella puede eludir su propia responsabilidad traspasándosela al empresario. Eso significa que el empresario será menos competitivo, y que siendo así, su cliente le irá abandonando bajo peligro de cerrar su negocio. Traspasar las consecuencias voluntarias del empleado al empresario o pagador de impuestos es un sinsentido que sólo incentiva la irresponsabilidad. De hecho, ¿por qué no ha de ser la empleada quien indemnice al panadero por dejar de producir en el futuro?.

Es cierto : la empleada ha tomado la decisión de tener un hijo. ¿A quién se le ocurre, con la que está cayendo? Es lógico, por tanto, que indemnice al pandero por dejar de producir. Es lógico, por otra parte, que en aras de la ley de la competencia, el panadero la despida, porque durante varios meses lo más probable es que no produzca nada.

El único problema de tan gloriosa lógica liberal (y socialdemócrata; Solbes seguro que firmaba, en privado, este argumento) consiste en que el pobre panadero también tuvo madre, que hizo perder a su empresa horas y horas de trabajo para tomar la muy libre decisión de parir al panadero. Es más, sin esa libre decisión, resulta que no habría ni panderos ni empleadas de panadero, si ustedes me entienden. Si no hay quien produzca niños, y las mujeres tienen en ello un papel, diría que un poco especial, resulta difícil aplicar ni esquema liberal ni esquema de ningún otro tipo.

Así que una de dos: o la mujer produce futuros empresarios y asalariados o no habrá ni empresarios ni asalariados productores. Para compensar esta aportación a esa empresa multinacional llamada la sociedad, una de dos: o discriminamos positivamente a la mujer para tener hijos (que no para no tenerlos), que es lo que ha dado en llamarse conciliación de la vida familiar y laboral, o decidimos, para evitar que el panadero pierda poder adquisitivo, pasar un salario maternal a toda mujer que decida producir una futura víctima de la sociedad de consumo, sea en el segmento patronal o en el segmento proletario, que de ambas cosas precisa una sana sociedad liberal.

Porque, por la misma razón, nuestro precitado plumífero cibernético podría haber pedido la supresión de todas las pensiones de jubilación, habida cuenta de que distorsionan el libre mercado e imponen unos gastos imposibles al emprendedor o creador de riqueza. A fin de cuentas, ¿qué es lo que ha dado el pensionista a la sociedad para recibir una jubilación hasta el fin de sus días? Trabajo. ¿Qué es lo que ofrece la mujer a la sociedad cuando decide tener un hijo? Trabajadores (algunos de ellos, incluso panaderos). Ergo, ambos colectivos tienen derecho a ser remunerados. Por lo menos, en condiciones de igualdad.

Y es que la economía es una ciencia capaz de producir tontos de primerísima calidad a muy buen precio.

Eulogio López