Sr. Director:
Con tanto siete en el tapiz, la carambola deja de sonar. Cuando el presupuesto se excede en el debe y la subvención se retrasa en el haber, surge de la espera el síndrome del disimulo para entretener y llevar hacia el olvido nuestros deberes deshechos.

 

Como en la orilla y en el mar, el pez que se muerde la cola sobrevive y el que picotea el cebo alimenta, por esta noble causa que suele ser regla de tres, consumir del anzuelo de otros  y además seguir royendo la cola, retroalimenta el ecosistema del hueco vacío o del ojo tuerto como dicen los pirañas. La asignación que se da por incumplida tras promesas de patas de palo cojas, queda acumulada en buzones de voz sin réplica y papeleras de reciclaje sin uso. Mientras que la promesa no se cumpla, el proyecto sea boceto, la ilusión ni se imagine y la palabra sólo se diga, cualquier pez escurridizo puede nadar en el contaminado mar de la política parcheando las carencias de muchos con el haber de otros.

La matemática no entiende de posibles ni tiene en cuenta al imprevisto, en estos tiempos el poliédrico político que le sobre letra, necesite matemática y le falte palabra, debería pasar por el examen de selectividad correspondiente y quienes dejen cargos con cargas o sin ellas pasar por la sala del auditor que le pertoque por proximidad. Donde dijeron digo que digan hecho y si incumplen promesas que se den por vencidos y queden desterrados de sus cargos for ever. El deber es la fuerza del héroe y el tener la del villano.  

Oscar Molero