La reforma del sistema hipotecario que ha presentado el Gobierno tiene, cuando menos, la virtud de que afronta sus disfunciones más palmarias -como el desequilibrio entre el deudor y el acreedor-, agiliza y da transparencia a las subastas.
Reduce intereses de demora y abre el cerrado campo de las tasaciones sin dañar con ello el principio de seguridad jurídica de los acuerdos hipotecarios, lo que llevaría a la quiebra al mercado.
Un delicado equilibrio que, sin duda, merecería un mayor apoyo de los partidos de la oposición, apoyo que desgraciadamente no lo está teniendo.
Suso do Madrid