La ley de aborto supuso la des-moralización de una sociedad como la polaca, que supo vencer, gracias a su fe, a los turcos, al feroz protestantismo escandinavo de la edad moderna, a los nazis y a los comunistas. Pero recuerden, el peor enemigo siempre está dentro... dentro de uno mismo. Se llama incoherencia.
Los argentinos también son más activos en la lucha por la vida -donde se juega la libertad y la democracia en el mundo- que los españoles. Pero la presidenta argentina, Cristina Fernández -que insiste en que ella no es abortera-, se ha acogido a otro de los trucos del Nuevo Orden Mundial (NOM) empeñado en colar el aborto en Iberoamérica, una verdadera obsesión de los mercaderes de la muerte: introducir el aborto por la vía del derecho internacional y en nombre de la violencia de género. ¿Qué tiene que ver la violencia contra la mujer con el aborto? Lo mismo que la gimnasia con la magnesia. Hablo de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Declaración Belem do Pará. Notivida, la espléndida página argentina en defensa de los derechos humanos (es decir, del derecho a la vida) lo explica mucho mejor que yo.
Eulogio López
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