Lo reclama la CNMV, que no se ha enterado de nada y por cuya cara pasan cada día un montón de broker listos que juegan con el mercado con gran entusiasmo. No se atreve con Emilio Botín, que días antes de la mega-ampliación de enero había comprado acciones, pero sí con un grupo periodístico pequeño (con los grandes, ni de broma).
La Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE) ha respondido a la CNMV. En mi opinión, con acierto, pero se ha quedado corto, muy corto. Si esta profesión no fuera tan cainita, si no odiara más al colega que al enemigo, supongo que la respuesta habría ido al fondo de la cuestión, hubiera sido más dura.
La cuestión de fondo es el dios-mercado, es decir, el muy progresista principio de que la verdad es menos importante que la justa formación de precios en el mercado. Si una noticia periodística puede alterar la cotización de la CNMV, mejor que no se publique. Pues no: si una información es cierta debe publicarse, independientemente de que provoque un revolcón en bolsa.
¿Y si no es verdad? Si no es verdad no debe publicarse, pero no es quién la CNMV para castigarla. Debe castigarle los tribunales, -si además de falsedad es un delito-, y debe castigarle el medio para el que trabaje y el público al que se dirige, que le pondrá en cuarentena con su crédito profesional por los suelos.
¿Y si un periodista se aprovecha de su información? Caso bastante improbable, dicho sea de paso). Pues debe ser tratado con la misma dureza que si no fuera periodista, con la dureza con la que no se trata al señor Botín o al señor FG, por ejemplo. Pero eso no tiene nada que ver con su condición de periodista.
En cualquier caso, lo grave no es eso: lo grave es el dios-mercado, la subordinación de la verdad a los intereses pecuniarios de los inversores. Y, naturalmente, en nombre de la ética y la deontología, que tiene bemoles.
Por lo demás, a fuer de empírico, y volviendo al caso que nos ocupa, el culpable de Almirall fue un banco de inversión, que se había quedado con muchas acciones y tenía que soltarlas antes de que llegara la noticia verdadera, la que hizo bajar la cotización. Si el banco de inversión, como me temo, utilizó a Intereconomía para calentar el valor, debe ser Intereconomía quien se vengue de la fuente que le ha mentido (les puedo asegurar que tenemos medios para hacerlos) y que su actitud no quede impune. Pero la CNMV no debe castigar a la emisora sino a cierto banco (por cierto prestigiosísima entidad de alcance mundial o al menos lo era antes de la crisis).
Eulogio López
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