Como saben, un hombre ha estampado su coche, cargado con dos bombonas de butano, contra la sede del PP en la madrileña calle Génova. Ha dicho ser un empresario arruinado, pero puede ser también un desequilibrado mental, un pirado. Se tienen todavía pocos detalles.
La Policía está en ello. Hasta ahí los hechos, más o menos, noticiables. Pero ¿no es significativo en cualquier caso el suceso sí, naturalmente reprobable La verdad, no es frecuente que un tipo desate así su rabia.
El incidente -o atentando, que también lo es- tiene una lectura política inevitable y penetra de lleno en una de las preocupaciones del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy y de su partido: la potencial pérdida de votos. En otras palabras, que muchos votantes de derechas dejen de votarles. Por un motivo u otro, todo indica que al partido del Gobierno le espera una 'cuesta arriba' importante para recuperar su base electoral natural, que está fundamentalmente en las clases medias -también ese empresario arruinado, que no parece de extrema izquierda, dispuesto a hacerse el 'haraquiri'-, castigadas con su política económica. Son esas clases medias las que le llevaron al poder y también las que se lo pueden arrebatar.
El PP no es ajeno a la desafección con su electorado tradicional. Y por ese motivo le encantaría un 'frente popular' de la izquierda para salir a flote después en forma de alternativa. En Moncloa trabajan con esa hipótesis, que también puede ser el sueño de Pedro Sánchez. Es un riesgo calculado.
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