El tupper se destapa. Desgraciadamente la "comida-desayuno-cena" se está imponiendo como menú en nuestro país.
Cuando el frigorífico se asemeja más a un armario repleto de polillas, los cajones de la nevera están llenos de deshielo y la despensa no hace pensar ni elegir, es cuando el estómago anda resquebrajado sonando al eco del vacío.
Últimamente miles de debilitados escolares atiborran de necesidad las escuelas españolas mientras que los profesores se han convertido, sin curso ni titulación, en maestros detectores de hambruna. La escasez está llegando a cotas insospechadas merendándose los complejos de un bocado.
El bocadillo de la loncha fina y estirada se ha convertido en el menudo menú diario del escolar que, famélico e inflamado de líquido, intenta despistar a su ahuecado y sonoro torso mientras intenta prestar atención al perplejo e impotente profesor. Los padres, incapaces, intentan aguantar con insomnio el quejido que la sombra del hambre provoca en sus hijos.
No hay derecho que en este país alguien saboree el hambre. Si fuera presidente nadie tuviera nada para echarse al diente y menos aún un pequeño en edad escolar. ¡Carrefour, Mercadona, Caprabo, Spar, Lidl!…
¿Por qué no os da por patrocinar la alimentación de nuestros colegios ¡Vamos hambre! Dejad de gastaros fortunas en publicidad teleabusiva y apoyad causas que merecen y dan pena. El hambre del hombre acabará por comerse al exceso de un bocado. No es plato de buen gusto pero la nutrición escolar española está en la cuerda sonrojada del alambre.
Oscar Molero Espinosa