El pasado sábado asistimos a un interesante entretenimiento organizado por el Sr. Montilla apoyado por un importante aparato de entidades, fundaciones, asociaciones, alcaldías de toda Cataluña, funcionarios de la Generalitat y Omnium Cultural, la mayoría financiadas con dinero público, ya sea porque forman parte de la Generalitat, o porque son subvencionadas por ésta.
Tras la manifestación, todo el aparato informativo catalán (¿también subvencionado?) nos quiso hacer creer que ese sábado tan soleado asistieron a la manifestación 1,5 millones de personas, defendiendo un estatuto que sólo votaron favorablemente 1,9 millones de catalanes, de un censo de 5,3 millones (un 36% de los censados).
Mientras nos entretienen con cifras sobre la manifestación, con declaraciones de socialistas españoles, enfrentadas a las de socialistas catalanes, el Sr. Montilla gobierna la Comunidad Autónoma más endeudada de España, deuda que supone un 12% del PIB catalán y que desde el 1995 se ha multiplicado por 4. Asimismo, aspecto todavía más preocupante, el Sr. Castells desespera por obtener 2.000 millones de euros para pagar las nóminas del aparato de la Generalitat, entre otros gastos.
Ya retrasó el pago del concierto sanitario en junio, dado que no disponía de fondos en el momento del vencimiento del pago, suponiendo un retraso en la paga extra de las nóminas de los hospitales concertados. La deuda pública catalana no se coloca (su rating es el peor de todas las comunidades autónomas españolas), y se pretende que un préstamo sindicado de cajas catalanas solucione el problema (a un interés del Euribor más 300 puntos básicos, que entendemos devolveremos todos los catalanes algún día). Y es que el aparato catalán empieza a tener un coste desmesurado, ese aparato que se manifiesta en Barcelona, ¿quizá por creer que la culpa de sus males es del resto de España?
Sr. Montilla, ¿podría dedicarse a gobernar, a reducir la deuda, a generar riqueza, a hacer más competitiva a Cataluña dentro de España? Digo dentro de España, dado que si la saca nos arruina definitivamente a todos
José E. Aguilar