La sabiduría popular dice aquello de "gente parada, malos pensamientos". Y eso parece ser que es lo que ha ocurrido en la Cerdanya, lugar de descanso veraniego de la burguesía catalana de todos los partidos. Ahí estaba el presidente del Partido Popular (PP) catalán, Josep Piqué, lanzando el anzuelo. Y ahí estaban también algunos líderes de Unión Democrática de Cataluña (UDC), que buscan acomodo en la nueva coyuntura de oposición.

 

No obstante, el eventual acuerdo de "franquicia" popular en Cataluña presenta demasiadas dificultades. Unió sabe que el PP puede estar ocho años en la oposición. Demasiado para políticos que se encuentran en la cincuentena. Pero es que, además, saben que el PP en Cataluña está más que demonizado. ERC ha conseguido sembrar una cultura, según la cual hablar con ETA es necesario "porque hablando se entiende la gente". Sin embargo, hablar con el PP es incuestionable porque se trata de los supuestos autores del regreso democrático.

 

El pacto se cocinó el año pasado. Entonces, había coche oficial, chófer y moqueta. Habría sido el momento para consolidar un acuerdo "a la navarra". Pero ahora el PP tiene poco que ofrecer. Y Unió tendría mucho que perder. Salvo algunos "unionistas" que se quedaron con la brocha en la mano. Y más que habrá si el PSOE sigue adelante con su intención de limitar las ayudas financieras de las empresas a los políticos, una fuente económica que supone el 71% de los ingresos de Unió.