Estamos en un país genial. El explosivo cóctel zapateril del divorcio express y lo que es más importante, el divorcio sin causa- y la ley contra la violencia de género nos ha planteado una situación francamente progresista. Aumenta el número de divorcios quién se resiste- ante tanta facilidad, cada vez más a iniciativa de la mujer, lo cual revela una sociedad avanzada, donde es la mujer, independiente y liberada, quien dice eso tan bonito de ahí te quedas o, muchísimo mejor, la que se marcha a por tabaco y se olvida del camino de vuelta. Lo normal no es eso : lo normal es que la mujer-esposa le ponga las maletas en la puerta al esposo, práctica que no deja de ser vestigio de un pasado ancestral y esclavista, donde la mujer hacía las maletas cuando la familia salía de viaje. Y esa práctica se repite con premiosa exactitud: en efecto, la señora hace las maletas porque el señor se marcha de viaje. Viaje forzado, sí, pero viaje a fin de cuentas. Me encanta esta sociedad.
Pero hasta ahí lo normal. Ahora le faltaba el picante, que se lo ha dado don Jesús Caldera ¡qué hombre, chicas, qué hombre!-, ministro de Trabajo del Reino de España- y su ley de violencia de género. Porque claro, lo del divorcio sin alegar causa está bien, ciertamente, pero puede provocar que la mujer vaya reduciendo su nivel de vida y claro, eso no puede ser. Liberación es, ante todo, liberación económica. Además, también hay que conseguir la custodia de los hijos por dos razones: en primer lugar, puede chantajearse al ex y, de paso, puede sangrarle con una buena pensión para el mantenimiento de la prole.
Por eso, los abogados -¡qué listos que son los abogados!- lo primero que aconsejan a la mujer que abandona el domicilio conyugal es que alegue malos tratos. De otra forma, podría encontrarse con algún juez machista o con una jueza acomplejada que otorgara la patria potestad al padre o, lo que es mucho peor: que redujera la prestación económica del varón abadanado a la mujer abandonante. Claro, eso no puede ser.
Alegando malos tratos, no físicos, sino psíquicos, que son mucho más dolorosos, como todo el mundo sabe, una se asegura los buenos oficios de los jueces y de la sociedad. Me sé yo de algún aspirante a maltratador que ha preferido declararse culpable para reducir su pena que arriesgarse a un juicio donde pretende dárselas de inocente. Es sabido que el varón lleva la violencia inscrita en sus géneros: ¿Hombre inocente? Extraño ejemplar.
No falla: los malos tratos son la sal de los juzgados de familia, consiguen el doble: niños y pensión. Mejor, es garantía de triplete: niños, pasta y fastidiar al ex que también tiene su encanto. Es sabido que una mujer maltratada todas las que se separan, naturalmente- necesita medios para rehacer su vida.
En estos momentos conozco a un famoso periodista, que ha ganado mucho dinero en televisión. Su señora vive con un político del PP, en la casa matrimonial ex casa del ex matrimonio en una de las zonas residenciales más caras de Madrid: 400 metros cuadrados. El ex marido, más abandonado que seducido, vive en una pensión no muy recomendable en Vallecas, que ya no es lo que era pero tampoco lo que quisiera ser. Naturalmente, la señora se ha quedado con la hija única del matrimonio, naturalmente no permite que su marido vea a la niña y, naturalmente, el marido paga su cuotaparte correspondiente del chalet que disfrutan su mujer y el nuevo compañero de su mujer.
Afortunadamente, este progresismo feminista, alentado por un Gobierno presidido por un feminista, no sólo es cosa de mujeres adultas. Las nuevas generaciones han recibido una esmerada educación al respecto. Verbigracia, días atrás hablábamos unos cuantos amigos, reunión dominical con niños, sobre el glorioso proceso de liberación con el que media humanidad ha invertido las tornas, para pasar de esclavas a esclavistas. Un temerario se atrevió a insinuar que quizás nos habíamos pasado, Entonces se oyó una voz angelical, aunque un tanto gutural, procedente de una adolescente de 15 años que irrumpió en la conversación con una reflexión digna de ser grabada en mármol:
-¡Ya era hora, tras 4.000 años de marginación!
4.000 años de marginación merecen este tipo de indemnizaciones y alguna más. Alguno podría pensar que qué culpa tiene él de lo que hicieran los hititas, pero debe rechazar tal pensamiento, de inmediato, como una estulticia repugnantemente machista.
Yo sólo le veo una pega a esa radiante era de la liberación de la hembra y de la dominación del macho : que el cóctel explosivo de divorcio express y persecución al varón provoque una reacción animal e irracional, naturalmente, no me atrevería yo a proferir otra cosa- varonil de reaccionar con violencia ante la nueva opresión, acentuando aún más la violencia de género, que es lo que piensa que va a ocurrir el sociólogo Amando de Miguel (seguramente otro machista). Pero esto no debe preocuparnos: el buen Caldera vela por las menesterosas y está dispuesto a abrir más juzgados contra la violencia doméstica, contratar más policía antimachismo y ampliar las penas, no sólo por violencia física, sino también, por violencia psicológica que, como todo el mundo sabe, es la más peligrosa. Personalmente, pienso que Caldera tiene el suficiente coraje político como dar el gran paso, el pasado definitivo : pena de muerte para el maltratador. Sé que estamos contra la pena de muerte, especialmente en Estados Unidos, pero seamos claros: a grandes males grandes remedios. No a la pena de muerte, salvo cuando se trate de pérfidos maltratadores. Para los maltratadores físicos; para los psicológicos, basta con cadena perpetua.
Eulogio López