En el PP se enfrentan Mariano y su gente y los que quieren romper el sistema. Lo ha dicho el ex presidente extremeño Rodríguez Ybarra, y lo lamento muchísimo.

Con la edad se le ha reblandecido, no las meninges, que siempre las ha tenido muy activas, sino algo mucho peor: el corazón. Ibarra era el último socialista que quedaba en el PSOE, y hay que lamentar verle convertido en un progre gelatinoso.

Porque él sabe perfectamente que no se están enfrentando dictadores contra demócratas, ni conservadores frente a progresistas. Pero hombre, Juan Carlos, me vas a decir ahora que Gabriel Elorriaga, el de la puñalada trapera de hoy lunes, o Juan Costa, al que nos referimos en esta edición son dos conservaduros. Pero chico, si sabes que son dos progres de alma laica, uno y oro, que semanas -no meses- atrás clamaban con don Mariano contra los intentos de derechizar el partido o ponerlo a la sombra de los obispos. No hombre no, en el PP se están arreando, inmisericordes, unos progres de derecha contra otros progres de derechas, porque los primeros quieren retener el poder  y los segundos quieren hacerse con él. Ni más ni menos, y tú lo sabes, Juan Carlos, lo sabes muy bien. Como sabes que ni Elorriaga, ni Costa, ni Esperanza Aguirre son involucionistas  antidemocráticos o golpistas de salón. Con esa mentira, tú, un loable hombre de izquierdas, es decir, un señor con el que discrepo pero que creía en lo que hacía, has fichado por el delicuescente, viscoso, y ligeramente repugnante, equipo del resentimiento progre de tu tocayo Rodríguez, el presidente Zapatero.

Volviendo al PP, lo bueno de las almas laicas es que como no creen que la traición -ni ninguna otra cosa- sea pecado, se dedican a traicionar al jefe en pro del partido.

Veamos, don Mariano es un frívolo, que nunca ha creído en principio alguno. Ahora asegura que en el PP caben todos, también los que piensan de forma distinta. Pero, entonces, ¿por qué se llaman partido? Una institución donde caben todos, piensen lo que piensan y crean en lo que crean, no es un partido, ni una asociación, ni un sindicato: es el Estado o la sociedad. Pero no un partido político. Los sindicatos no defienden a los patronos, ni las patronales a los obreros. Los partidarios de la economía planificada no pueden apoyar a los liberales éstos los planes quinquenales.

No sólo es que el relativismo sea la filosofía de la democracia, que no lo es. Aún peor: es que con relativismo, es decir, con progresía es con lo que no hay democracia.    

En cualquier caso, esto es España: un presidente del Gobierno que vive en 1936, presa del rencor y del odio a los que mataron a su abuelo, que ha revivido el guerra-civilismo sólo que sin alpargatas. Con él, gente, incluso los que alguna vez fueron fieles a su ideología, que hace leña del árbol caído porque el PSOE no es más que eso: una maquinaria de poder que será una balsa de aceite

¿Que qué falta en la política española? Dos cosas: principios y coherencia con ellos. Por eso medran los rencorosos y los frívolos, don José Luis y don Mariano.

Eulogio López

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