La situación actual de las subvenciones, o primas, a la energía solar es la siguiente. Hasta ahora, las subvenciones a las instalaciones de energía solar en suelo o en edificio para instalaciones pequeñas se sitúan en 45 céntimos por KWh por 43 céntimos para instalaciones en de más de 100 MW, las que más han crecido.
En definitiva, una sangría de dinero en subvenciones que pagábamos todos los españoles. Así que el ministro de Industria Miguel Sebastián, decidió reducir las subvenciones y el número de instalaciones subvencionadas (cupo).
Para ello, el borrador proponía reducir esos 43-45 céntimos de euro hasta 33 (edificio) y 29 (suelo). Y lo más importante, el cupo, o cantidad de MW a subvencionar, pasaría de los 1.500 MW de este año (una verdadera explosión de primas) a los 300 MW anuales.
Pues bien, la final, las presiones de la patronal, que hablaban de pérdida de puestos de trabajo, han surtido efecto, al menos en el capítulo de subvenciones. Según el Real Decreto aprobado hoy, el Estado subvencionará con 32 céntimos de euro la solar en suelo y 34 en techo. Es decir, que seguirá siendo un chollo. Más duro, no podía ser de otra forma, dado que el paisaje español se ha trasmutado en huertas solares, ha sido con el cupo, o cantidad de instalaciones a subvencionar (sin prima no se instala ninguna): a partir de ahora se permitirá la instalación de 400 MW por año. Si se considera que este año 2008 se han instalado (instalación no significa producción real) la friolera de 1.500 MW. En cualquier caso, el borrador hablaba de 300 MW año y ahora parecen 400 que, además, pueden ser renovados al alza.
Es decir que las energías limpias seguirán siendo un chollo para los empresarios dedicados a ello. En este año, y según los cálculos o de la patronal UNESA, los españoles pagaremos 2.356 millones de euros en subvenciones a las energías eólica, solar y biomasa (la solar es la que nos sale más cara de todas) a beneficio de los grandes promotores, como Acciona, Abengoa o Iberdrola.
Y naturalmente, los fabricantes de paneles estaban esperando el decreto para saber cuanto tenían que dar sus márgenes, es decir abaratar el precio. Hasta ahora no tenían por qué darlo, que pagaba el Estado, y muy generosamente, para satisfacer la fuerte querencia verde del presidente del Gobierno.