Los funcionarios, junto a las pensiones, son el tema de este otoño. Si ya se les ha bajado el sueldo a los primeros, y se quiere congelar la de los segundos, ahora aparece el tema de la productividad.
Es verdad que hay que encontrar mecanismos motivacionales que permitan que ir a tramitar un papel a un centro público no se convierta en una odisea, pero hay que pinchar la tecla correcta. La última idea que se ha barajado es el pago en función de la productividad.
Aunque el vicepresidente tercero no acepte ni siquiera la posibilidad de pensar en trabajadores públicos que no tengan carácter de indefinidos, quizás hay que tener una visión más empresarial para exigir a los empleados de las administraciones una mayor competitividad y productividad. Lo que es un poco más difícil de imaginar es cómo se puede medir a la policía local o a los maestros esa productividad (a los primeros, que pongan más multas y a los segundos que aprueben a los alumnos, aunque eso con las leyes educativas ya se da por descontado). Supongo que habría que ver caso a caso y descubrir qué zánganos se aprovechan del goloso pastel que consiste en ser funcionario, y a esos sí, de patitas en la calle, como le pasa a cualquier hijo de vecino en una empresa, pero nadie se quiere meter en ese jardín, no sea que se pode los pies.
Juan María Piñero
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