La eutanasia supone que da poder a un ser humano para dar muerte a otro, aunque sea a petición del paciente.
Volver a privatizar en cualquier circunstancia el derecho a matar es un inmenso retroceso histórico que nos devuelve a épocas oscuras, cuando la vida de los más débiles dependía de las decisiones de los más fuertes.
La experiencia histórica demuestra que siempre que se han abierto las puertas a la eutanasia en algún caso, se ha acabado extendiendo esta práctica a personas que no pedían la muerte, como acredita lo sucedido en la Alemania de los años 30, o lo que está pasando en la actualidad en Bélgica y Holanda.
Plantear con la nueva Ley, por la puerta de atrás, esta pretensión, hace un flaquísimo favor al compromiso con el Derecho a la Vida en todas las circunstancias, que tantos esfuerzos y siglos ha costado construir. El Gobierno no debería jugar con esta ambigüedad calculada en un asunto tan serio.
Jesús Domingo Martínez