Sr. Director
Una vez más desde el Gobierno, que sin duda practica un laicismo militante, se ha presentado la legalización del aborto en España durante las doce primeras semanas de gestación, mostrando esta postura como un planteamiento laico, mientras la postura contraria es propia de le Iglesia Católica. Aceptarlo es laico, no aceptarlo es de creyente o religioso (cuestión de fe). A este respecto acabo de leer un artículo del catedrático, Ignacio Sánchez, muy aclaratorio y que entre otras cosas sobre el tema decía: "El aborto no es una cuestión religiosa, sino moral y jurídica. No enfrenta a los católicos y a quienes no lo son, sino a posiciones divergentes en cuanto a la naturaleza y los límites de la protección de la vida humana".
En la cuestión del aborto de lo que en ningún caso se trata es de un conflicto entre el laicismo y la integridad religiosa. En este tema no se trata de una cuestión moral reservada al ámbito de la conciencia, en el que los poderes públicos no deberían intervenir, pero el tema del aborto no es una cuestión que quede al ámbito de la propia conciencia: "Se trata de la protección de la vida humana, que es uno de los fines fundamentales del Derecho", dice también I. Sánchez. Lo que hay que determinar es si el aborto entraña la eliminación de una vida humana, y, sobre eso, por más disquisiciones que se quieran hacer, no caben dudas.
Por eso, la polémica sobre el aborto no es cuestión de credo, sino que remite a los derechos fundamentales. En este caso "se encuentran en conflicto quizás dos concepciones antagónicas acerca del valor de la vida y de su dignidad. Para unos es un valor fundamental que debe ser protegido sin excepciones (porque se trata de un don de Dios). Para otros, parece tratarse de algo así como de un valor especial, y sobre el que deben prevalecer la libertad y el bienestar de los adultos o la salud de otras personas". He aquí el problema, ¿la vida humana es un valor en sí o lo es en función del adulto?
Jesús Domingo Martínez
jdomarmadrid@hotmail.com