La política de cooperación no es sólo un instrumento para frenar la inmigración ilegal, sino que es también una cuestión de principios, sostiene De la Vega. Así que nada mejor para cumplir esos principios que tratar de reconvertir a esos jóvenes en paro en cooperantes mediante un cursillo. Este es uno de los programas de la AECI aprobados por el Consejo de Ministros el pasado viernes. Y la idea es buena. El joven gana experiencia profesional y vital y aporta su bagaje de formación en países que se encuentran seriamente descapitalizados de materia gris. En realidad, es la mili que se realiza con las antiguas colonias en países como Francia y Gran Bretaña.
Además, el consejo aprobó un paquete de formación para mujeres: un magíster en género y desarrollo. Por supuesto, segregacionista, sólo para mujeres, como le gusta hacer las cosas a nuestra vicepresidenta. Y en nada menos que género y desarrollo. Prepárense para lo peor: la maternidad es un instrumento de esclavitud sexual, luego debemos de ayudar a las mujeres a que sean libres de decidir el momento de su maternidad. Es decir, pressing español para legalizar el aborto en aquellos países donde la vida humana todavía es sagrada.
Por último, el consejo de Ministros aprobó la aportación de 60 millones de euros para el desarrollo de infraestructuras en Argelia financiados mediante por créditos FAD, es decir, subvenciones encubiertas a la producción nacional. Casualmente, el paquete se aprueba tras la visita de De la Vega y Moratinos al país de la cuenca sur mediterránea. Y la fiesta no ha hecho más que empezar, porque Moratinos visitará próximamente Gambia, Senegal y Guinea Conakry con los que se espera firmar acuerdos de segunda generación, como pomposamente los llama De la Vega. Es decir, vincular las repatriaciones a proyectos de cooperación judicial y de desarrollo. O sea, a tanto el repatriado, para entendernos. A eso se le llama solucionar el problema a golpe de talonario. Será por dinero. Si es lo único que tenemos y encima no es nuestro.