El debate del otro día permitió visualizar una fotografía perfecta: la soledad del PP frente a la sociedad y los catalanes. De esta manera la vicepresidenta del gobierno, Mª Teresa Fernández de la Vega, hacia sangre con la soledad del PP. Por si alguien no había visto las imágenes. No ha sido la única vez que ha mencionado este asunto en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros. En varias ocasiones se ha referido a la distancia del PP con la sociedad catalana. Un solo partido votó en contra de la aceptación a trámite, señaló mientras explicaba el balance de la maratoniana jornada. Ya posteriormente -en los tradicionales corrillos de periodistas- ha señalado que parece que Rajoy ha nacido con el no en boca desde pequeño.
Claro que cuando se le pregunta por la posibilidad de acuerdo con los populares, De la Vega, responde que es una optimista y que no pierde la esperanza de un consenso, en este caso, necesario. Detalle importante, porque aunque el Gobierno afirma lamentar que el PP no se haya sumado al consenso de todos, en privado reconocen que el resultado fue bueno. Y es que en su opinión, el debate ha sido rico y muy importante y, según De la Vega, ha restado preocupación. A mayor información, menor inquietud, concluye la vicepresidenta.
O sea, que no les preocupa el consenso con el PP salvo si es la Ley quien lo requiere. ¿Sabe Rajoy lo que quiere hacer con el Estatuto?, se pregunta De la Vega. Anda que no ha dicho veces Rajoy que quiere reformar el Senado, pues ahora tiene la ocasión para decir qué es lo quiere, aunque a lo mejor no sabe lo que quiere, señaló De la Vega. Haciendo amigos.
Eso quiere decir que la ministra portavoz, se cree eso de la democracia, como ella misma afirma. Por eso desprecia a la oposición. Y como cree en el diálogo, de manera sistemática impide el acceso al turno de preguntas a los periodistas peligrosos, no vaya a ser que dialoguen en un sentido no correcto. Me gusta este espíritu de democracia asimétrica. La palabra es para todos y para todos por igual, salvo para los que la sustituyen por la violencia, señala De la Vega. ¿De verdad?