El gran enemigo del movimiento objetor: la normalidad El deseo del gobierno es que no pasará nada. Estando la economía como un tiro y deteniendo comandos, es el mejor escenario para llegar a las elecciones. Dos son los frentes que deberá de abordar el Ejecutivo de aquí a marzo. En primer lugar, el eterno asunto del terrorismo. A pesar del atentado de Durango, el Gobierno sigue meditando sobre si ilegalizar ANV sería crear un ‘Guántanamo educativo'.

El segundo es Educación para la Ciudadanía. De momento son 15.000 los padres que se han enfrentado al poder y han objetado la polémica asignatura. Pero según las asociaciones que están moviendo la objeción, la cifra de objetores podría dispararse con el comienzo del curso. Desde el Gobierno, sin embargo, se trata de sembrar la sensación de normalidad. Vano intento. En primer lugar, porque ya ha tenido que salir Cabrera a los micrófonos de la SER a decir que "no entiende a los objetores", señal inequívoca de la inquietud despertada en el Ministerio de Educación.

En segundo lugar, porque el movimiento es de tal calibre, que se ha convertido en imparable. Será el verdadero ‘Pepito Grillo' del Gobierno, el otoño caliente. Y aquí, el Gobierno tiene todas las de perder. Las amenazas de algunos responsables públicos, lejos de amedrentar, han dado más motivos a los padres objetores. Y la pelota no hace sino crecer: más objeciones, más reacciones, más actos informativos, más conferencias y más cobertura mediática. Lo mejor que puede hacer el Gobierno es "esperar y ver". Exactamente lo mismo que ha hecho en Ceuta y Melilla. Así que en los próximos días veremos si gana la sensatez o la obsesión ideológica.