- Alemania quiere que el supervisor solo controle a bancos grandes; mientras que España, Francia, Portugal e Italia desean que lo haga también con entidades pequeñas.
- Alemania pretende también separar la política monetaria de la supervisión a toda costa. Y el Reino Unido defiende tener más poderes en la toma de decisiones frente a Alemania y Francia que se oponen.
- La reunión de este miércoles es previa a la de Jefes de Estado y de gobierno y en la que se debería dar luz verde definitiva al supervisor bancario único para cumplir con el plazo acordado.
El tema del supervisor bancario único no es fácil, pues abarca diversos aspectos sobre los que hay discrepancias. Por ejemplo, qué entidades financieras va a controlar y en función de qué criterios. También se va a abordar en el Ecofin la separación estricta o no de las funciones de supervisión y de política monetaria del BCE; así como el deseo del Reino Unido de tener más poderes en la toma de decisiones, sobre todo en la Autoridad Bancaria Europea (ABE).
Respecto al primer punto -la cantidad de entidades financieras que va a controlar- las discrepancias estriban en si excluir o no los bancos de menor tamaño de la supervisión conjunta, tal y como exige Alemania (quiere excluir a las entidades con activos inferiores a 50.000 millones de euros). Por el contrario, otros países como España, Francia, Portugal e Italia abogan por la inclusión de los 6.000 bancos que hay en la eurozona bajo el paraguas del supervisor bancario único, aunque se han mostrado dispuestos a aceptar una aplicación gradual de su control.
Francia, España, Portugal o Italia prefieren que no haya ningún umbral para evitar un sistema "a dos velocidades" e insisten en que las entidades pequeñas también pueden ser focos de riesgo sistémico, como ha demostrado la actual crisis. Por su parte, la presidencia chipriota de turno proponía que el BCE solo supervisara directamente a los bancos de la eurozona y de otros países que quieran participar en el futuro mecanismo cuando estos superen los 30.000 millones de euros en activos o el 20% del PIB del Estado miembro participante. La presidencia chipriota propuso además que los bancos que tengan filiales en al menos tres Estados miembros participantes también serían supervisados directamente por el BCE.
Recordemos que la creación de un supervisor único es la condición previa para la recapitalización directa de las entidades en crisis a cargo del fondo de rescate (MEDE) y el primer paso para poner en marcha una unión bancaria que rompa el vínculo entre riesgo bancario y riesgo soberano. Por eso, Alemania, junto con aliados tradicionales como Holanda y Luxemburgo, sigue presionando para retrasar al máximo la entrada plena en funcionamiento del supervisor único, y con ello de la recapitalización directa.
La nueva fecha propuesta por Berlín es julio de 2014 -frente a abril de 2014 propuesto por Chipre-. España y Francia siguen insistiendo en que sea lo antes posible, y como muy tarde el 1 de enero de 2014. Porque a España, Francia e Italia les interesa romper el vínculo entre riesgo bancario y riesgo soberano para que las ayudas a los bancos no computen como deuda del Estado. Pero a los alemanes no les interesa romper ese vínculo porque van a su bola y les beneficia a ellos. Viva la solidaridad.
En el segundo punto del día -la separación estricta o no de las funciones de supervisión y de política monetaria del BCE- Alemania quiere separar la política monetaria de la supervisión a toda costa. El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble (en la imagen), insistió en el último Ecofin celebrado la semana pasada en la necesidad de erigir una "muralla china" y sugirió que para ello podría ser necesario modificar los Tratados, lo que retrasaría indefinidamente el proyecto de unión bancaria. Esta posición la comparten Suecia y Austria.
En cuanto al deseo del Reino Unido de tener más poderes en la toma de decisiones, sobre todo en la Autoridad Bancaria Europea (ABE) (que seguirá definiendo los estándares técnicos para la supervisión bancaria, y que toma sus decisiones por mayoría cualificada), también hay discrepancias. Porque los ingleses son unos cachondos.
Nunca se implican a fondo en la construcción europea pero luego quieren tener los mismos derechos que los que sí lo hacen. De ahí las disensiones. Londres teme quedar marginado si los países participantes en el supervisor bancario forman un bloque común, por lo que la presidencia chipriota ha propuesto que las decisiones se adopten por un sistema de doble mayoría de países de dentro y fuera del euro, una solución que contenta a Reino Unido. Pero países como Alemania y Francia siguen negándose a reconocer a Londres derechos especiales.
Una vez más, un guirigay: todo el mundo a su bola, cada uno a lo suyo y la solidaridad brilla por su ausencia. En eso se ha convertido la UE.
Andrés Velázquez
andres@hispanidad.com