Sr. Director:
Elegir o preferir sin dudar, es sin duda una utopía en los tiempos que corren. La seguridad de poder determinar y seleccionar una decisión sin inclinación rotunda cuando la propuesta es implícitamente impersonal es el margen que ostentan los vendedores de aire y encantadores de serpientes para especular en creencias.

 

El producto en cantidad imposibilita poder detectar la calidad a primera vista por prestar en tiempo de repaso lo oportuno a posibles candidaturas u opciones. Cuando la decisión debe ejercer entre factores humanos por amistad, amor, trabajo u otros, a la disyuntiva se le suma el factor variable y vulnerable no tan sólo del elector sino del electo en cuestión. Es decir, si en política con poco producto humano no se detecta lejano un liderazgo profundo y contundente, la elección no es tan sólo difícil sino imposible. Como concursos y latifundios de arenas, debieran quedar desiertos los puestos de liderazgo de los partidos políticos que nos bombardean de aburrimiento por mentira y corrupción. El merchandising que nos venden es simple y barato aunque costoso para todos, todo para intentar hacernos ver que pueden llevar a cabo el crecimiento honrado y próspero de nuestro territorio.

Para elegir un producto hay dos maneras de llegar a la conclusión: creer en el producto o que te lo hagan creer. Para convencer hay tres maneras de declinarse al sí: convencimiento, insistencia y engaño. Para decidirse entre tres candidatos hay cuatro formas de fallar: al primero, al segundo, al tercero o a ninguno. Para votar en las próximas elecciones sólo una decisión nadie de los que están. El hijo que nazca de la suma de todos los votos será nuestro padre, por lo tanto elijo de voto a "prefiero ser bastardo".

Óscar Molero Espinosa