El jesuita vasco Jon Sobrino está muy preocupado porque El Vaticano no actúa con "honradez" ni con excesivo espíritu evangélico. Y eso, a un fiel hijo de la Iglesia como es él, sabio y humilde a un tiempo, le molesta muchísimo. Don Juan Bedoya -el de las rimas fáciles con su apellido- le ha hecho un homenaje en El País, hablando de la "policía de la fe" (bellísima imagen literaria), dirigida en su día, no sé si saben, por el tal Ratzinger, quien sólo por casualidad, es el actual pontífice Benedicto XVI.
Ante tamaño ataque, el pobre Sobrino se ha visto obligado a rechazar la reconvención de la Iglesia, que sólo ha empleado 3 años en el proceso. No se rebela por él, no, ni tampoco, como es lógico, por puñetera soberbia, sino porque tiene muy claro, como lo tiene Bedoya –el de las rimas fáciles- que se trata de una campaña organizada por los elementos más reaccionarios del Vaticano -el Opus por miedo, claro está- contra los teólogos de la liberación que, como su mismo nombre indica, son lo únicos teólogos liberadores que existen en el mundo mundial.
Por eso, ni acepta la reconvención, ni firma la acusación, ni rectifica sus libros ni perrito que nos ladre. No lo hace por él, sino por la teología de la liberación –como creo haber dicho antes- y pro la Liberación de la Iglesia. Y es que Sobrino es un mártir.
Y a todo esto, ¿por qué le amonestan a Jon? Pues por una quisicosa sin importancia alguna. Resulta que el chavalote no tiene muy claro ni que Jesucristo sea Dios ni que nos haya redimido muriendo en una cruz. ¡Fíjate que fruslería! Por esta bagatela, esta nadería, esta tontuna, van y le animan a modificar sus tesis, precisamente las suyas, que por teólogo de la liberación (o sea, que vive bastante liberado), y por vasco, Sobrino sabe más que todos los Papas y Concilios puestos en fila.
A mí lo único que se me ocurre es que ZP invite a Jon a servir de puente de diálogo y negociación con la banda ETA –separatistas vascos- dentro del inefable proceso de paz. Sería la única forma de que la inquisición vaticana dejara en paz al pobre Jon. Y de cronista del proceso… Bedoya.
Eulogio López