Los insultos en política sólo funcionan cuando son ciertos. Un personaje tan soberbio e ingenioso como Alfonso Guerra se equivocaba al gobernar pero no al injuriar.
Por ejemplo, cuando a la inolvidable Loyola de Palacio la tildó de "monja alférez" estaba definiendo a una mujer de principios y de armas tomar: así era Loyola. Por supuesto, la definición era un insulto, porque nada hay tan insultante como la verdad exagerada. Cuando tituló a Tierno Galván como "víbora con cataratas", también hacía muy verosímil el latigazo por la doble razón de que gastaba gafas de culo de vaso y de su ironía seca, más maliciosa que dañina.Y cuando tildó a ZP de Bambi, decía lo que todos pensaban: que era un blandito.
Pero el tontibuenismo de Mr. Bean funcionó y nació el reino de la cursilería. Por eso, cuando Mariano Rajoy respondió al zapateril insulto de "patriota de hojalata", asegurando que prefería ser eso a un "bobo solemne", en Moncloa se dispararon todas las alarmas. Fernando Moraleda llamó a un equipo de su TV particular y le dijo a Rajoy de todo menos bonito. ¿Por qué tanto nerviosismo? Pues porque don Mariano, raro en él, había dado en el clavo: ZP no es bobo, pero ejerce su bobería con extraordinaria solemnidad.
"El pesimismo nunca ha creado puestos de trabajo". Ni el pesimismo ni el optimismo, pero está claro que durante el último año, con ZP al frente del Gobierno desde hace cinco, el desempleo ha subido tres puntos y ya encabezamos el 'ranking' europeo.
Días atrás, nuestro hombre solemne se monta una de senderismo rodeado de cámaras de TV. No escaló el Everest, precisamente, pero nos informó de que "la montaña aúna esfuerzo y solidaridad", lo que sin duda es una verdad de lo más solemne.
El pasado lunes, con motivo de una cumbre europea muy europea, es decir, de cesión frente al agresivo gigante ruso, el presidente del Gobierno español pidió una solución europea lo que, desde luego, agradará mucho al presidente Putin: Europa, como siempre, no moverá un dedo. Por eso, la solemnidad de ZP le obligó a pedir "firmeza" y acordar, como ya hizo mientras los tanques rusos machacaban a los georgianos, cuando habló de que la solución estaba en el diálogo, el presidente del Gobierno español ha vuelto a entrar en trance y ha exhalado otra frase para la historia: "No podemos volver al frío de la guerra fría" (sic). Ruego consideren los pormenores de esa afirmación: El frío de la friísima guerra fría, prácticamente helada, oiga.
No señores, ZP no es un bobo. Si acaso solemne, pero, ante todo, es desesperantemente cursi. Y los cursis no mejoran la economía.
Eulogio López
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