Ruego a todos los presentes tengan a bien leer la siguiente noticia, publicada en el diario El Mundo:

Las monjas alemanas no podrán dar clase con hábito

Silvia Román (El Mundo).- Si una profesora musulmana no puede dar clases con el velo islámico, ¿por qué las puede impartir una monja católica con hábito? Esta es la pregunta que muchos ciudadanos y la propia Justicia alemana se han realizado en los últimos meses y que ha provocado un fallo jurídico a favor de la absoluta igualdad. «No puede haber excepciones», ha señalado un Tribunal federal administrativo con sede en Leipzig. «Si un Land [Estado federado] prohíbe las prendas de vestir que simbolizan una religión, esto tiene que afectar a todas», añade la Corte, según informaciones del semanario alemán Der Spiegel. El dictamen va dirigido especialmente al católico Land de Baden-Württemberg, al suroeste del país, donde en enero se prohibió a las profesoras el uso del pañuelo en las escuelas públicas. Baden-Württemberg está gobernado por los conservadores democristianos, quienes se apresuraron a principios de este año a adoptar medidas normativas contra las maestras musulmanas, pero que obviaron a todas las monjas que imparten con su hábito las clases de religión.

¿Está claro, no? El laicismo, el nacional-laicismo, como ha escrito Santiago Martín en La Razón, se basa en recluir la fe en las conciencias. Ahora bien, el problema viene  cuando el nazi-laico plantea esta cuestión en el foro público. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, lo tiene muy claro: La fe no puede estar en las leyes, tampoco puede estar en las calles, ni en el Parlamento, ni en la escuela, ni en la prensa. Para ser exactos, debe estar recluida en el interior del templo y en el interior de la conciencia.

Ahora bien, el problema es que eso no es libertad religiosa. Eso simplemente es el reconocimiento de que ni el Estado policial más severo de la historia ha podido controlar jamás los pensamientos, los afectos, los sentimientos. No hace falta que el señor Zapatero me permita creer en Dios. Creeré, Zapatero, aunque no me lo permita. No, la libertad religiosa no me la puede impedir ningún Régimen político, ningún Gobierno. Lo que sí me pueden impedir es la libertad de culto o la libertad de expresión (la libertad de expresarme como católico). Y ambas, como todas las libertades públicas, son libertades y derechos externos, que se desarrollan en el foro público. La verdad, no necesito ninguna constitución para defender mi libertad de conciencia o de pensamiento. Y, créame, señor Zapatero, no tengo que darle las gracias por ello.

Es decir, prohibir el velo islámico o la sotana cristiana es simplemente prohibir la libertad, las únicas libertades que el Estado puede prohibir, las públicas. Afirmar, como hace el majadero Tribunal de Leipzig, que en nombre de la absoluta igualdad no puede permitirse tales símbolos, es como obligar a toda una población a cortarse una pierna en nombre de la absoluta igualdad con los cojos.

La confusión entre libertades públicas y libertades privadas, y la donosa concesión de éstas últimas, está en la raíz de la actual confusión que existe en Occidente sobre la fe entre la mayoría de la población. Los laiconazis, sin embargo, no sufren confusión alguna, saben perfectamente lo que quieren: destruir a la Iglesia. No quieren destruir la religión, sino exclusivamente a la Iglesia Católica. Relatemos tres hechos que revelan tres notas del actual ataque a muerte contra el Cristianismo por parte del laiconazismo:

1. La esquizofrenia. Ángel Ron se convierte en presidente del Banco Popular. Pregunta de una periodista en la rueda de prensa de presentación: ¿Qué papel juega el Opus Dei en la gestión del Banco Popular?

Naturalmente, Ángel Ron respondió que ninguna. Y es cierto, el Popular no es propiedad del Opus Dei. Ahora bien, la repuesta más sincera hubiera sido, en mi opinión, que el Opus Dei juega un papel decisivo en la gestión del Banco Popular. Sencillamente, su presidente, durante más de 30 años, es miembro del Opus Dei, una asociación católica que implica un alto grado de exigencia para todos sus miembros. Y aunque no lo exigiera, no vean ustedes lo que influye la fe en los creyentes y en el trabajo profesional de los creyentes. No entro en si esa influencia es buena o mala, digo que existe y no puede evitarse. El Popular no va a patrocinar la píldora del día después, se lo aseguro.

El problema, por tanto, no es la influencia del Opus Dei, que existe. El problema es que la periodista no le hubiera dirigido esa misma pregunta al presidente del Arab Banking Corporation a propósito del Imam de El Cairo, por decir algo. El problema es que esa periodista no le habría preguntado a Mario Conde qué influencia tenía la masonería en el antiguo Banesto, ni a Francisco Luzón la influencia socialista en la antigua Argentaria, ni a Francisco González la influencia del Partido Popular en la gestión del BBVA. Lo que quiere decir que no molesta la influencia por ser espuria, sino por ser católica. Eso fastidia mucho.

2. El creyente es irracional. Pilar Gutiérrez, promotora de www.nomassilencio.com, entidad privada que se dedica a recuperar a las mujeres que han quedado postradas tras un aborto (o sea, todas las que tienen corazón) y utiliza para ello terapia psicológica y espiritual. En otras palabras, consideran que sólo el perdón de Dios puede hacer que se levanten de nuevo. Es lo bueno del sentido de culpa, tan denostado por el laiconazismo, la única salida. Pero el nazilaicismo no puede permitir que la fe obtenga resultados, porque eso sería tanto como otorgarle carta de naturaleza a la fe.  

3. La libertad de expresión de Rocco Buttiglione. Los laiconazis no le perdonan que expresara una opinión con la que coinciden millones de europeos. No pueden evitar que lo piense, pero no están dispuesto a aceptar que lo diga en voz alta. Es decir, aceptan la libertad de pensamiento porque no tienen otro remedio, pero no aceptarán nunca la libertad de expresión, que esa sí pueden destrozarla porque es libertad externa.

Es decir, que el laiconazismo puede resumirse así: no pensar y no hablar. Esas son, precisamente, las dos pretensiones del laiconazismo, una forma de pensamiento único.

¿Y todo este nazilaicismo es malo? No, hombre no. Por el contrario, es una maravilla. En serio. El periodista italiano Vittorio Messori (entrevista con el diario italiano Il Messagiero, recogida por La Razón, en su edición del miércoles 20) afirma que tenemos que estar contentos con esta furia anticatólica el catolicismo necesita de una furia anticatólica para redescubrir su propia identidad y su propia fuerza.

¡Eso es! La verdad es que no había caído en ello. Los casos del Banco Popular, Pilar Rodríguez o Rocco Buttiglione son ocasiones para que los cristianos despierten de su letargo invernal. Es lo mejor que podía haber sucedido, porque ya son muchos los que sin sentir la premura de defender a la Iglesia, empiezan a resultarles sospechosa tanta cristofobia.

A ver, niños, muchachos, repetid conmigo: ¿El Opus Dei interviene en la gestión del Banco Popular? Sí, así es, y eso es estupendo.

¿La organización www.nomassilencio.com alivia el pesar de las mujeres que han abortado animándoles a pedir perdón a Cristo? Sí, y eso es genial.

¿Defiende Buttiglione al ama de casa y dice que la homosexualidad es una barbaridad? Sí, y eso es formidable.

Todo lo anterior significa que se está rompiendo el círculo de silencio, el miedo de los cristianos a decir lo que piensan. Se ha necesitado un empuje de nazilaicismo para ello. Empezamos a hablar claro. Messori tiene toda la razón.

Eulogio López