Insisto: si el Papa Benedicto XVI quiere cambiar de oficio y hacerse periodista, Hispanidad le contrata. Su capacidad de resumir cuestiones y situaciones abstrusas en pocas palabras le convierte en el mejor titulador que conozco, lo que constituye una de las mejores armas de un periodista.

Otra vez ha dado en la diana en dos titulares: el mal hay que combatirlo con el bien y, aún más relevante, hoy en día el mal se está disfrazando de bien.

Es decir, hemos superado el relativismo, o sea, el nada es verdad ni nada es mentira todo depende del color del cristal con que se mira. Pero el relativismo ha sido superado, mejor, rebajado. Ahora ya sabemos que el relativismo es otra 'grossen chorradem', entre otras cosas porque, si nada es verdad ni mentira, entonces ya hay algo que sí es verdad: que la verdad no existe. El problema es que el hombre no puede aceptar tal cosa porque deja de pensar.

En otras palabras, lo que dice Benedicto XVI -y perdón por interpretar a quien es muy sabio y más inteligente que yo- es que hemos pasado del relativismo a la blasfemia contra el Espíritu Santo, que consiste en algo tan sencillo como llamar bueno a lo malo y malo a lo bueno. El malvado de hoy no es aquel que viola la ley natural sino aquel que la modifica. El malvado de hoy no es el que se reconoce como tal pero sigue haciendo el mal porque obtiene un beneficio, sino en el que asegura que lo que él hace es lo bueno, quizás porque lo hace él. El malvado premoderno violaba la norma, el malvado postmoderno (el espacio intermedio llamado modernidad no es otra cosa que el precitado relativismo) lo que hace es crear su propia norma moral.

Y de ese callejón no hay forma de salir.

Sí, Benedicto XVI tiene razón: el mal se disfraza de bien. Esa es la tónica del siglo XXI y pueden aplicarla a cualquiera de las polémicas al uso: el aborto ha pasado de mal menor ante situaciones límites a derecho de la mujer, la homosexualidad no es una inmoralidad sino una libre opción sexual que debe promocionarse, no queremos silenciar a la Iglesia sino arrebatarle sus privilegios en pro de la igualdad de todos los credos o anticredos... etc., etc., etc.

Sí, el mal se está disfrazando de bien. Y hay que luchar contra esta genial impostura.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com