No me lo han contado, me sucedió a mí. Iba a entrar en un templo madrileño y a la puerta se encontraba un gitano pidiendo limosna. Unos 30 años -es difícil saberlo-, se dirige a servidor y me interpela:
-¿Por qué hablas con Dios si no le ves
Estaba sentado en el suelo, y ante tamaña requisitoria filosófica lo único que se me ocurrió responderle fue:
-Cuándo le duele el estómago, ¿ve el dolor Pero existe, ¿verdad Pues lo mismo con Dios.
-Buena respuesta -me dijo el gitano, aunque no era tan buena. Y ahí me pasé, porque visto el primer éxito dialéctico, insistí:
-Lo mismo pasa con el amor: tampoco se ve pero nadie lo puede negar y…
El gitano, mendigo y teólogo, me atajó:
-No sigas que ya lo he cogido.
La verdad es que aquel mendigo había planteado una pregunta básica. Es curioso, ese tipo de preguntas ya no se plantean pero sí se utilizan. Vivimos en eso que hemos dado en llamar materialismo práctico, que consiste en no plantearnos si Dios existe pero en vivir como si Dios no existiera.
Y este es el problema, porque el ateo puede serlo por ofuscación o de desinformación puede ser inocente, pero el materialista de hecho tiene cara de hereje: es culpable porque ni se plantea esas cuestiones básicas… como sí lo hacía el gitano mendigo.
Y todo esto nada tiene que ver con el hecho de que a la salida de misa me le volví a encontrar. Estaba advirtiendo a un colega que a fulano -nada sé de fulano- "le voy a romper el alma". Y ahí me topé con otro problema didáctico: el alma tampoco se ve. Pero, afortunadamente no me interpeló. Estaba ocupado.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com