Lo decía Chesterton: Sólo conozco a dos tipos de personas: los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son. Viene al pelo la cita por las palabras transcritas en el Encuentro digital del diario 20 Minutos con el ministro de justicia, Mariano Fernández Bermejo: Se puede discrepar con algunas sentencias, no con las leyes en sí mismas. Interesante maniobra, dado que las leyes las hace el Gobierno y el Parlamento, es decir, Mariano Fernández Bermejo, mientras las sentencias corresponden sus adversarios, los jueces. Discrepar con la ley sería un delito, o al menos algo políticamente incorrecto, mientras que la crítica a una sentencia representa un sano ejercicio de libertad democrática.
Si profundizamos un poco más, llegaremos a una conclusión obvia: para el progresismo, donde se inserta el propio Bermejo, la verdad no existe, pero como las sociedades no pueden subsistir sin algo a lo que agarrarse, sustituyen la verdad por la ley. Ahora bien, considerar que el dogma legal no puede ser contestado, es decir, que no se puede tolerar la crítica a la ley, o que ni tan siquiera puede parecernos injusta una ley, quizás sea una postura ultra progre. Pero es lógico: si no hay dogma hay burocracia, si no hay ateísmo hay Boletín Oficial del Estado.
En cualquier caso, Bermejo siente tan poco aprecio por la realidad como por el dogma. De otra forma, no se entiende su rotunda afirmación de que en la justicia no existe colapso alguno ni tampoco caos. Una frase muy valiente, porque nadie la suscribiría más que el ministro del ramo... y porque los jueces quieren hacerle huelga en febrero.
¿Un juez puede hacer huelga? No debe pero se puede... siempre que sea legal.