La Comisión para la Investigación de los Malos Tratos a Mujeres ha organizado unas jornadas muy interesantes sobre Prostitución y trata de mujeres en Cataluña, dirigida, no sólo a compañeros, sino también a compañeras, no sólo a amigos, sino incluso a amigas. Estamos, pues, ante una convocatoria progresista.

En ella, se nos anticipan brillantes conclusiones como que, por ejemplo, la trata de blancas y la prostitución son "dos fenómenos íntimamente ligados": el Nobel que me pido para los organizadores y, de postre, el Premio Príncipe de Asturias.

En efecto, los dos fenómenos están íntimamente ligados. Por ejemplo, uno de los promotores de la legalización de la prostitución en España es José Luis Roberto Navarro, un ultraderechista valenciano que fue –desconozco si continúa siéndolo- secretario general de la Asociación Nacional de Empresarios de Locales de Alterne (ANELA), que es justamente, la patronal de eso que están ustedes pensando.

Y así era. Don José Luis suspiraba porque las prostitutas tuvieran Seguridad Social y derechos laborales plenos. Es decir, lo mismo por lo que suspiran las asociaciones de prostitutas tan queridas y financiadas por los gobiernos progresistas.

Tan ilustrativa identificación nos lleva a un conjunto de verdades que pocos se atreven a plantearse en voz alta, porque es más cómodo mentir en medio de la mayoría:

1. La mayoría de las prostitutas lo son porque quieren serlo. Cuando una institución pública ha hecho caso del tópico de que toda coima lo es a la fuerza, y se ha apresurado a ofrecerles a las profesionales del sector educación, trabajo y protección respecto a su "chulo", el éxito obtenido ha sido mínimo. Ejemplo, el plan del Ayuntamiento de Madrid (sí, hasta Gallardón puede hacer algo bueno) en este sentido se saldó con un porcentaje de éxitos inferior al 2%.  

2. No se conceden derechos laborales a los ladrones porque su actividad es inmoral, y todo lo inmoral atenta contra el bien común. Por la misma razón, no se puede legalizar la prostitución, una actividad inmoral, donde la prostituta puede ser esclava de un proxeneta o esclava de su propia degeneración.   

3. La culpa de la prostitución la tiene el rijoso del cliente, la degenerada del oferente y el sinvergüenza del empresario organizador. No unos sí y los otros no, o los unos sí y la otra no: los tres, en su totalidad manifiesta. Y la labor social no consiste en mejorar las condiciones de la prostitución sino en anularlas: se puede ayudar a la prostituta que pretende salir de su infierno, y sólo se le impone una condición: que quiera. Al igual que ocurre con el robo, no se trata de mejorar el producto, sino de anularlo.

Eulogio López