Por ejemplo, el Nobel de medicina se ha otorgado a tres sujetos por sus trabajos sobre células madre embrionarias. Sí, son de ratón, pero obviamente abren la puerta a la utilización de embriones humanos. Fueron los introductores del método de la recombinación homóloga, consistente en suprimir un gen -supuestamente maligno- en una célula.
Como toda terapia génica nada que oponer mientras se realizan con células adultas totipotentes o con células embrionarias animales. Lo malo, es que se utilizan células embrionarias animales como paso previo a la masacre de embriones humanos. Es decir, que el Nobel galardona el pórtico hacia la utilización de embriones humanos como cobayas de laboratorio.
El Nobel que se negó a Juan Pablo II por su execrable condición de católico, se otorga ahora a un Mario Capecchi del que el secretario del Comité ha advertido que constituye un buen ejemplo del sueño americano. Hijo de una judía internada por los nazis en Dachau, él y sus hermanos sobrevivieron como pudieron en las calles de Italia, para emigrar luego a Norteamérica. Yo no sé si, por un momento, este hombre se ha parado a pensar que lo que él hace (con ratones, pero, insisto, aplicado ahora a embriones humanos, por ejemplo en Valencia y en Sevilla) se parece mucho a los experimentos que el doctor Mengele realizaba con niños judíos o gitanos. Si no lo hacía con embriones era, sencillamente, porque Mengele no disponía de la técnica necesaria.
Durante una reciente visita a Argentina, un médico me contaba el apuro de un colega español, responsable de una clínica de fecundación in vitro e investigación asimismo en vitro, que ante un corte de luz corría despavorido para evitar que se echara a perder "el trabajo de años". ‘Lo' que echaba a perder eran los seres humanos metidos en neveras, que en el lenguaje de nuestro brillante investigador ya no eran alguien, sino algo. De igual forma, el Nobel Capecchi, al parecer, el conjunto de células que manejan no es un ser humano porque no se parece un ser humano. Digo yo, porque de otra forma no lo entiendo.
Y hablando de galardones, entre los Nobel y los Príncipes de Asturias se ha establecido un verdadera carrera para ver quién se muestra más progresista, es decir más tonto. Así, suena como favorito para el Nobel de la Paz el norteamericano Al Gore, entusiasta partidario de salvar el planeta tierra a cualquier precio… aún a costa de aniquilar a la humanidad. De confirmarse la nominación, está claro que mis paisanos asturianos deberán nominar a Ben Laden Premio Príncipe de Asturias e la Concordia. Por ejemplo.
Eulogio López
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