Como todo oligopolio no molesta al poder político. De hecho, funciona como un lobby y sabe cuáles son sus límites. A cambio de estos límites los señores de la prensa se reparten su cuota de mercado y sólo se pelean en el caso de que uno de ellos absorba más cuota de la que en origen le correspondía.
La existencia del oligopolio depende de dos privilegios: que no entren nuevos comensales al banquete y que el respeto a los límites preestablecidos conlleve, en justa correspondencia, las concesiones administrativas correspondientes. Me explico : un multimedia se compone de prensa escrita, radio y televisión (de internet menos, porque el fracaso de los grandes multimedia en la red ha sido clamoroso : no influyen un comino, por lo que no ganan un euro). Ahora bien, la radio y la televisión son concesiones administrativas, es decir, que otorga el Gobierno. El pacto es muy sencillo, mientras los señores de la prensa mantengan el pacto al gobierno y lo que podríamos llamar la atmósfera ideológica imperante, más conocida como lo políticamente correcto, todas las concesiones radiofónicas y televisivas se otorgarán a los miembros del sistema informativo : nuevos, abstenerse.
La segunda barrera del sistema es el propio proceso de concentración acelerada de medios informativos: todo el mundo sabe que si quieres jugar en primera división en el oligopolio tienes que tener prensa, radio y televisión. Eso supone una barrera de entrada que mantiene el oligopolio en las mismas manos. En definitiva para crear un oligopolio hay que ser millonario en euros.
Ahora bien, internet rompe con esas dos condiciones. Para informar desde la red no se necesita una concesión administrativa ni ser millonario en euros, lo puede hacer cualquiera que tenga algo de lo que informar. Y así, ese despreciado periodismo independiente resulta que se ha convertido en el único que dice algo distinto al oligopolio y el único que se atreve a contar lo que la autocensura del oligopolio prohíbe tajantemente. Por eso, los confidenciales los lee todo el mundo pero nadie lo confiesa. Como anécdota curiosa, recuerdo cómo el secretario general del PSOE, el inefable Pepiño Blanco, afirmaba rotundo en un medio tradicional el tópico al uso : Yo no leo confidenciales, mientras su responsable de imagen me llamaba para protestar por la falsedad de una noticia publicada en Hispanidad que, como suele suceder en estos casos, resultó ser cierta. Con ello he llegado a la siguiente conclusión: los poderosos no leen confidenciales porque sus responsables de imagen se los resumen. Esto es muy bueno para el profesional internetero, dado que los ayudantes de poderoso son más numerosos que los poderosos y, así, el número de lectores no deja de crecer.
No todo son parabienes en el periodismo digital independiente, que también posee numerosos defectos. Pero, por una sola vez y sin que sirva de precedente, imitemos a los medios mayores: practiquemos la autoalabanza y nuestros defectos que los recuerden ellos. Más que nada, porque les hará mucha ilusión.
Eulogio López