De lo que se trata es de ahogar económicamente a los centros concertados. Por una parte, manteniendo el ritmo habitual de reducción de autonomía de los centros privados (prohibición de la co-educación, bachillerato no financiado y obligatoriedad de acoger a los alumnos que marque el Ministerio, etc.
En esta etapa final del ataque, el método consiste, sencillamente, en asfixiar económicamente a los centros: no hay nuevos centros privados porque no hay dinero para ellos, no hay nuevos conciertos porque el Ministerio y las autonomías lo prohíben, se reduce el concierto a centros ya instalados en Cantabria, Asturias, Cataluña, Andalucía o Islas Baleares.
Es el dinero el arma final con la que ex cura y hoy ministro de Educación, Ángel Gabilondo, va a lanzar su ofensiva contra la libertad de enseñanza según su credo, expresado sin el menor rubor: no son los padres quienes deben educar a los hijos sino el Estado. O sea, él mismo, que para eso es un cura rebotado.
Porque Zapatero no ha reducido ni un adarme su radicalismo por la crisis económica. Es más, en política económica se nos ha vuelto un radical.
¿La solución para detener ese ataque contra un principio fundamental? Evidentemente el cheque escolar. Devolver a los padres, sujetos del derecho a la libertad educativa, la primacía, en detrimento del Gobierno, los funcionarios o los empresarios educativos. Y la primacía se le devuelve mediante el bono escolar. Bono que no necesita de ningún plan estatal: basta con que lo decida una autonomía.
Pero el PP anda perdido en materia de libertad educativa. Durante la escenificación del imposible pacto educativo, los chicos de Rajoy ni hablaron de cheque escolar ni de libertad de enseñanza. Sólo les preocupaba el que en las escuelas catalanas se pudiera estudiar en castellano.
Pero insisto, se puede aplicar en las comunidades regidas por el PP, por ejemplo en Madrid o Valencia. Esperanza Aguirre fue una antigua partidaria del cheque cuando era ministra de Educación pero enseguida se echó atrás. Ahora entretiene a sus ocios con escuelas bilingües, lo cual está muy bien, pero no aseguran el derecho a la libertad de enseñanza de los padres que es, digámoslo de paso, lo más liberal, etiqueta preferida por Aguirre para describirse a sí misma.
Mientras tanto, ZP, aunque ridiculizado por la crisis económica, no descansa en su idea de crear una sociedad progresista, es decir, una sociedad de necios, plasmada en aquella estampa real vivida durante la II República cuando un grupo de chicas progres, subidas en una carreta, bajaban hacia la Puerta del Sol con las faldas levantadas hasta el cuello -o así- al grito de ¡Viva La libertad de Enseñanza!. Y en efecto, en nuestras escuelas hay libertad para enseñar cualquier cosa, incluso eso que está usted pensando. La única libertad que falta es la de los padres para decidir la educación que deben recibir sus hijos.
Eulogio López
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